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El pensamiento recurrente: un visitante incómodo de la mente

El pensamiento recurrente: un visitante incómodo de la mente

José Herrera | 31 de mayo de 2021


Cada mañana, millones de personas se despiertan acompañadas por un visitante silencioso pero persistente: el pensamiento recurrente. Esa presencia intangible ha sido representada con aguda claridad en una ilustración ampliamente compartida en redes: una figura enorme, oscura y cortés, le da la mano a una mujer diminuta y le dice: “Buenos días. Soy un pensamiento recurrente y la voy a acompañar todo el día”.

La escena, tan sencilla como inquietante, resume una experiencia profundamente humana: la invasión silenciosa de ideas que no pedimos y que, sin embargo, se instalan. Son pensamientos que se repiten sin control, que rondan los errores del pasado, los temores del futuro o los escenarios más catastróficos. Se sienten inevitables. Se sienten nuestros. Y muchas veces, nos arrastran consigo.

Rumiaciones: cuando pensar se convierte en tormento

Los pensamientos recurrentes, conocidos en psicología clínica como rumiaciones, son más que distracciones. Son bucles mentales difíciles de romper. Según investigaciones publicadas en Nature Reviews Neuroscience, la rumiación está estrechamente ligada a trastornos como la depresión, la ansiedad generalizada y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).

Lejos de ser un síntoma menor, la rumiación agrava y prolonga los episodios depresivos, como lo demostró la doctora Susan Nolen-Hoeksema, una de las investigadoras más reconocidas en este campo. Lo que comienza como una preocupación leve puede convertirse en un ciclo mental autodestructivo que atrapa al individuo y le impide avanzar.

Desde la neurociencia, se ha identificado la implicación de la red neuronal por defecto (default mode network), un sistema cerebral que se activa cuando no estamos enfocados en tareas concretas. Esta red, útil para la introspección y la memoria, puede convertirse en una trampa cuando permanece hiperactiva, como suele ocurrir en personas con ansiedad o depresión.

La imagen que ilustra el malestar

La ilustración que acompaña este artículo no es solo una metáfora visual: es una herramienta terapéutica. Representa el tamaño, la sutileza y la automatización del pensamiento recurrente. El personaje sombrío tiene una llave en la espalda, como si funcionara por inercia. Esa imagen alude a la posibilidad de que muchos de nuestros patrones mentales estén programados desde la infancia, reforzados por experiencias traumáticas, entornos culturales o dinámicas familiares.

Y lo más desconcertante: el pensamiento recurrente no siempre se impone con violencia. A menudo se presenta con amabilidad, se cuela sin ruido, y termina dominando nuestra percepción del mundo.

¿Qué hacer cuando los pensamientos no se detienen?

No todos los pensamientos repetitivos son patológicos. A veces son señales de alerta legítimas. Pero cuando se vuelven intrusivos, generan malestar emocional y afectan la vida cotidiana, es necesario buscar apoyo.

Existen enfoques terapéuticos eficaces:

  • Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Ayuda a identificar, cuestionar y modificar pensamientos disfuncionales.

  • Mindfulness o atención plena: Enseña a observar los pensamientos sin juzgarlos ni involucrarse con ellos.

  • Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): Introduce la desfusión cognitiva, una técnica para dejar de identificarse con los pensamientos.

Estas herramientas no buscan eliminar los pensamientos, sino cambiar nuestra relación con ellos. Aprender a verlos como lo que son —eventos mentales pasajeros, no realidades absolutas— puede ser el primer paso hacia una mente más libre.

Reconocer, aceptar, actuar

De acuerdo con The Lancet Psychiatry, el 60% de las personas con depresión moderada reportan altos niveles de pensamientos repetitivos negativos. Ignorar este componente no solo impide la recuperación: abre la puerta a recaídas incluso después de un tratamiento exitoso.

Por eso, visibilizar el pensamiento recurrente no es solo un acto simbólico, sino un paso hacia la salud mental colectiva. Ilustraciones como la que acompaña este texto tienen el poder de exteriorizar experiencias internas difíciles de explicar. Y al hacerlo, abren la conversación, alivian el aislamiento y promueven la búsqueda de ayuda.

Tal vez nunca logremos deshacernos por completo de estos pensamientos persistentes. Pero sí podemos aprender a no temerles. A no obedecerlos. A saludarlos con conciencia y dejarlos pasar sin permitir que se queden a vivir en nosotros.


¿Te has sentido acompañado por pensamientos que no se van?
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