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Los costos del olvido: La deuda histórica de Puebla con sus pueblos indígenas



Crónicas de Corrupción (XX): Los costos del olvido: La deuda histórica de Puebla con sus pueblos indígenas

Por Carlos Charis
15 de julio de 2025

En un estado como Puebla, donde la diversidad cultural y étnica es una de sus principales riquezas, resulta paradójico que los pueblos indígenas sigan siendo los más marginados y olvidados. A lo largo de la historia de Puebla, los pueblos originarios han sido víctimas de un sistema político y económico que, a pesar de su prominencia cultural, ha dejado de lado sus necesidades y derechos fundamentales. El despojo de tierras, la discriminación, y la exclusión social siguen siendo problemas que persisten, pese a que en papeles oficiales se han establecido compromisos hacia su reconocimiento y rescate.

La deuda histórica que el estado de Puebla tiene con sus pueblos indígenas es una de las más grandes, no solo en términos materiales, sino también en lo que respecta a su identidad y memoria histórica. Años de políticas públicas que no se han concretado en beneficios reales para las comunidades han dado lugar a una situación de negligencia sistemática, donde las promesas de inclusión y desarrollo no se han cumplido.

El despojo de tierras: Herida abierta

Uno de los temas más urgentes que sigue aquejando a los pueblos indígenas en Puebla es el despojo de tierras. A pesar de que la constitución mexicana y diversas leyes internacionales reconocen los derechos territoriales de los pueblos originarios, en la práctica, estos derechos son constantemente violados por empresas, actores políticos y grupos de poder que ven en estas tierras un terreno fértil para la especulación.

El caso de San Miguel Canoa, una comunidad indígena nahua en las montañas de Puebla, es un ejemplo claro de cómo el despojo de tierras continúa siendo una constante en la vida de los pueblos originarios. Desde hace más de dos décadas, las tierras de la comunidad han estado enfrentando presiones de grupos inmobiliarios que buscan desarrollar proyectos turísticos en la zona, sin respetar las leyes que protegen la propiedad comunal. A pesar de las demandas legales y los esfuerzos por parte de la comunidad para recuperar lo que legítimamente les pertenece, el poder político ha hecho caso omiso de sus reclamos, dejando a los pobladores sin una salida a su problema.

La invisibilidad de los pueblos indígenas en las políticas públicas

La discriminación estructural y la falta de representación política de los pueblos indígenas en las instituciones gubernamentales son otras de las grandes barreras que enfrentan. Si bien se han implementado programas como el Plan de Desarrollo Integral de los Pueblos Indígenas, estos han quedado reducidos a acciones superficiales que no logran transformar las condiciones de vida de las comunidades.

La falta de acceso a servicios básicos como agua potable, salud, educación de calidad, y vivienda digna sigue siendo uno de los problemas más grandes. En muchas comunidades indígenas de Puebla, la pobreza y la marginalidad son la norma. Las carreteras no llegan, las escuelas están en condiciones precarias y los hospitales se encuentran a horas de distancia. Las políticas de desarrollo regional y crecimiento económico simplemente no han alcanzado a estos pueblos.

Por ejemplo, la comunidad de Cuetzalan, en la Sierra Norte de Puebla, ha sido uno de los principales destinos turísticos de la región, conocida por su belleza natural y su rica tradición cultural. Sin embargo, a pesar de ser una de las zonas más visitadas por turistas nacionales e internacionales, los beneficios del turismo no han sido bien distribuidos. Los indígenas nahuas que habitan la región no han visto mejoras sustanciales en sus condiciones de vida, a pesar de que el flujo de dinero a través del sector turístico debería haber generado empleo y desarrollo económico para la comunidad.

La resistencia y la lucha por el reconocimiento

A pesar de estas adversidades, los pueblos indígenas de Puebla siguen luchando por sus derechos y reconocimiento. A través de organizaciones y movimientos sociales, los pueblos originarios están exigiendo lo que les corresponde: tierras, educación, salud y el respeto a sus tradiciones. La resistencia y el empoderamiento de estas comunidades es uno de los elementos más valiosos en la lucha por la justicia social.

El caso de Maximino Córdova, líder indígena de la comunidad otomí de la Mixteca Poblana, es emblemático. Tras décadas de lucha por la reivindicación de tierras y el respeto a los derechos de los pueblos originarios, Maximino ha sido una de las figuras más destacadas en la organización de marchas, protestas y demanda ante tribunales para conseguir la restitución de las tierras arrebatadas. Su lucha ha servido para visibilizar las condiciones de desigualdad y abuso que siguen sufriendo muchas comunidades indígenas en Puebla.

El camino hacia la justicia: ¿Una luz al final del túnel?

A pesar de la falta de avances tangibles en muchos de estos temas, hay signos de que el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas podría finalmente estar llegando a un punto de inflexión. Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han comenzado a poner el foco en la situación de los pueblos indígenas en Puebla, lo que ha llevado a una mayor presión internacional sobre las autoridades locales para que tomen medidas más decididas y efectivas.

Además, el reciente movimiento indígena que se ha fortalecido en Puebla está marcando un cambio de paradigma en la relación entre el gobierno y las comunidades originarias. La exigencia por una autonomía real, el respeto a los territorios y el derecho a la autodeterminación son algunos de los temas que están siendo cada vez más discutidos en el ámbito político y social.