Cabeza logo

header ads

Aprobado en Comisiones concesión de paraderos

02 de diciembre de 2025 | Redacción EPrensa:En el vasto teatro de la legislación poblana, donde los hilos de la gobernanza se entretejen con la precisión de un telar ancestral. En el Congreso del Estado, se ha consumado un capĆ­tulo pivotal en la regulación del espacio urbano: la aprobación unĆ”nime en la Comisión de Hacienda y CrĆ©dito PĆŗblico de la concesión por diez aƱos del uso publicitario en los 401 parabuses que salpican las avenidas y bulevares de Puebla capital, como centinelas mudos de la movilidad cotidiana. ImagĆ­nese la escena matutina de este 2 de diciembre de 2025, con el sol filtrĆ”ndose a travĆ©s de las vidrieras del salón legislativo, iluminando pilas de expedientes que narran no solo cifras y clĆ”usulas, sino la evolución de una ciudad que busca ordenar su caos visual mediante un pacto entre lo comercial y lo pĆŗblico. Este proceso, nacido de la necesidad imperiosa de disciplinar los mensajes publicitarios que antes flotaban en un limbo de improvisaciones y litigios, representa un puente entre el mandato efĆ­mero del Ayuntamiento actual y un horizonte decenal de estabilidad fiscal, donde cada paradero —esos refugios efĆ­meros para el peatón fatigado— se transforma en un lienzo regulado para anuncios que, en lugar de invadir, dialogan con el pulso urbano. La decisión, tomada con el peso de la deliberación colectiva, no es un mero visto bueno administrativo; es el preludio a una licitación que desplegarĆ” su ritual competitivo, atrayendo a oferentes con visiones de innovación publicitaria, mientras el tesorero municipal, HĆ©ctor Romay GonzĆ”lez CobiĆ”n, emerge como el narrador principal, tejiendo con palabras medidas la promesa de un ecosistema donde la limpieza, el pago puntual y la sanción inexorable se erigen como pilares inquebrantables de la concesión. AsĆ­, en este ballet descriptivo de la polĆ­tica local, Puebla se proyecta hacia un futuro donde los parabuses no son solo estructuras de metal y vidrio, sino vectores de ingresos ordenados que nutren las arcas municipales sin menoscabo de la estĆ©tica colectiva. ***OrĆ­genes de la Iniciativa: El Acuerdo del Cabildo y el Turno LegislativoRetroceda en el tapiz temporal al 14 de agosto de 2025, cuando el Cabildo del Ayuntamiento de Puebla, reunido en la penumbra solemne de su sala capitular con el aroma a madera antigua impregnando el aire, aprobó por consenso una moción que marcarĆ­a el inicio de este periplo legislativo: la solicitud formal al Congreso del Estado para autorizar la concesión de diez aƱos en el uso publicitario de los 401 parabuses diseminados por la urbe como guardianes del trĆ”nsito peatonal. Este acto, descriptivo en su meticulosidad, no surgió de un vacĆ­o impulsivo, sino de un diagnóstico profundo de las fisuras en la gestión previa de estos espacios —anuncios clandestinos que proliferaban como maleza en aceras, generando disputas legales y fugas fiscales que erosionaban la confianza pĆŗblica—. La moción, redactada con clĆ”usulas que revocaban disposiciones contradictorias de gestiones pasadas, elevó la petición al Ejecutivo estatal, quien, fiel al guion constitucional, la remitió al Congreso al constatar que el lapso de la concesión —un decenio que trasciende el ciclo electoral municipal— demandaba la validación de un órgano superior para blindarla contra caprichos administrativos. AsĆ­ se desplegó el proceso: un expediente que viajó de la alcaldĆ­a al palacio de gobierno y de allĆ­ a los pasillos del Legislativo, donde fue recibido como un pergamino ancestral, listo para ser escudriƱado en comisiones que, como cirujanos precisos, diseccionarĆ­an sus implicaciones financieras y urbanĆ­sticas, asegurando que la concesión no fuera un mero contrato efĆ­mero, sino un instrumento perdurable para la modernización de la publicidad callejera en una capital que anhela equilibrar comercio y civismo. ***La Sesión Decisiva en la Comisión de Hacienda: Un Ritual de DeliberaciónEvóquese el pulso rĆ­tmico de la sesión del 2 de diciembre en la Comisión de Hacienda y CrĆ©dito PĆŗblico, un enclave legislativo donde el eco de voces expertas resuena contra muros adornados con emblemas republicanos, y el tic-tac de relojes invisibles mide el avance inexorable de la agenda pĆŗblica. Bajo la presidencia rotativa de diputados que navegan las corrientes fiscales con la pericia de timoneles en mares turbulentos, se convocó a los legisladores para someter a votación la iniciativa ayuntamental, un documento que detalla con pinceladas administrativas la distribución geogrĆ”fica de los 401 parabuses —desde los bulliciosos cruces de la zona histórica hasta los flujos vehiculares de las periferias industriales—. El tesorero municipal, HĆ©ctor Romay GonzĆ”lez CobiĆ”n, ascendió al podio con la gravedad de un orador clĆ”sico, desplegando un discurso que pintaba vĆ­vidamente los beneficios: una regulación que erradica la anarquĆ­a publicitaria, canalizando ingresos estables hacia presupuestos municipales para pavimentar calles o iluminar plazas. La deliberación, un diĆ”logo descriptivo entre interrogantes sobre rentabilidad proyectada y salvaguardas ambientales, fluyó sin disonancias notables, culminando en una aprobación unĆ”nime que selló el dictamen con firmas que, como rĆŗbricas en un tratado, avalaron el avance. Este momento procesal, cargado de la tensión sutil de un veredicto inminente, no solo validó la propuesta, sino que delineó el contorno de un marco contractual donde el concesionario futuro —aĆŗn sin rostro, pero con obligaciones talladas en piedra— se comprometerĆ” a preservar la integridad de estos mobiliarios urbanos, transformando potenciales focos de desorden en baluartes de eficiencia económica. ***Condiciones de la Concesión: Un Tapiz de Obligaciones y SancionesAdĆ©ntrese en el corazón contractual de esta concesión, un documento en gestación que se vislumbra como un códice detallado, donde cada clĆ”usula se erige como un hilo en la red de responsabilidades que atarĆ”n al operador seleccionado en un abrazo inexorable de accountability. Una vez que el pleno congressional infunda vida a este dictamen, se desatarĆ” la licitación —un concurso pĆŗblico que convocarĆ” a empresas publicitarias con el llamado estridente de edictos en gaceta oficial—, culminando en la emisión de un tĆ­tulo de concesión que no serĆ” un mero salvoconducto, sino un evangelio de deberes: el mantenimiento impecable de los parabuses, libres de grafitis o mugre acumulada por lluvias torrenciales, con inspecciones periódicas que funcionarĆ”n como ojos vigilantes del Ayuntamiento. Financieramente, el tapiz se tiƱe de promesas de pagos puntuales —cuotas mensuales o anuales que fluirĆ”n hacia las arcas municipales como un rĆ­o ordenado—, respaldadas por garantĆ­as bancarias que disuadirĆ” dilaciones. Y en las sombras de este idilio contractual acechan las sanciones, descritas por Romay con la precisión de un cartógrafo de penalidades: multas escalonadas por incumplimientos menores, como retrasos en transferencias, que escalarĆ”n a suspensiones temporales o revocaciones definitivas por negligencias graves, como la permisión de anuncios que violen normativas Ć©ticas o urbanas. Este entramado no es abstracto; es un proceso vivo, donde el concesionario, una vez ungido, navegarĆ” un mar de auditorĆ­as y reportes trimestrales, asegurando que los 401 parabuses —testigos silenciosos de esperas bajo el sol abrasador o la llovizna invernal— se conviertan en generadores de prosperidad regulada, tejiendo armonĆ­a entre el brillo comercial y la serenidad cĆ­vica de Puebla. ***Implicaciones Urbanas y Fiscales: Hacia un Horizonte de Orden PĆŗblicoContemple el panorama mĆ”s amplio que se dibuja desde esta aprobación, un horizonte donde los parabuses de Puebla capital trascienden su rol utilitario para convertirse en ejes de una transformación urbana sutil pero profunda, inyectando vitalidad fiscal en un ecosistema municipal que lidia con deudas heredadas y demandas crecientes de infraestructura. Descriptivamente, imagine las avenidas transformadas: anuncios luminosos que, en lugar de competir caóticamente, se alinean en un coro armónico de mensajes que promueven desde campaƱas de salud pĆŗblica hasta ofertas comerciales, todo bajo el yugo de una concesión que promete ingresos recurrentes —potencialmente millones de pesos anuales, aunque cifras precisas aĆŗn se cuecen en el horno de la licitación— para financiar proyectos que alivien el congestionamiento vial o embellecen plazas olvidadas. Procesalmente, esta medida fortalece la autonomĆ­a local al blindar la concesión contra vaivenes electorales, asegurando continuidad en una ciudad donde la publicidad ha sido históricamente un campo minado de litigios entre vendedores ambulantes y autoridades. Las implicaciones se extienden como ondas en un estanque: un modelo replicable para otras urbes poblanas, donde la regulación publicitaria se erige como antĆ­doto contra la contaminación visual, fomentando una estĆ©tica urbana que dialogue con el patrimonio colonial sin ahogarlo en neones invasivos. En este lienzo prospectivo, la concesión no es fin, sino catalizador de un proceso mayor de modernización, donde Puebla, con sus 401 guardianes de asfalto, avanza hacia un equilibrio delicado entre lucro y legado, guiada por la brĆŗjula inquebrantable de la legalidad. ***Próximos Pasos: Del Pleno al Altar de la LicitaciónMire hacia adelante en el rĆ­o procesal de esta iniciativa, donde el dictamen de la comisión, aĆŗn tibio con la tinta fresca de la aprobación, emprende su peregrinaje final hacia el Pleno del Congreso del Estado, un coliseo legislativo donde diputados de todas las bancadas convergerĆ” en sesiones que podrĆ­an extenderse bajo luces perpetuas hasta forjar el consenso definitivo. Una vez ratificado —un acto que se vislumbra inminente, dado el respaldo unĆ”nime previo—, el Ayuntamiento desatarĆ” la maquinaria de la licitación pĆŗblica, un ritual competitivo que se anunciarĆ” con bandos digitales y convocatorias impresas, invitando a postores a presentar propuestas que detallen no solo ofertas económicas, sino planes innovadores de sostenibilidad publicitaria, como paneles solares en paraderos o campaƱas inclusivas para audiencias diversas. El proceso culminarĆ” en la adjudicación y emisión del tĆ­tulo de concesión, un documento solemne que, como un juramento notarial, detalla sanciones por incumplimientos —desde multas por suciedad acumulada hasta clĆ”usulas de rescisión por pagos morosos—, todo bajo la supervisión de veedores independientes que velarĆ”n por la transparencia. En este epĆ­logo descriptivo, el camino se bifurca hacia la ejecución: el operador ungido asumirĆ” las riendas en un plazo de 60 dĆ­as, iniciando una era de auditorĆ­as regulares que medirĆ”n el pulso de cumplimiento, asegurando que los parabuses de Puebla no solo cobijan esperas, sino que ilustran un modelo de gobernanza donde el proceso legislativo, con su meticulosa cadencia, siembra semillas de orden perdurable en el suelo fĆ©rtil de la capital angelopolitana. ***Redacción