Michoacán, “siempre en mi mente”
Entre
historia, fe y trabajo, los michoacanos siempre hallan la fuerza para volver a
empezar
Horacio Vargas Cano
Cómo no hablar o escribir de Michoacán, si ahí se conocieron mis
padres y mi madre es michoacana. Muchos de los recuerdos más bellos de mi
infancia y juventud tuvieron lugar ahí. Tengo familia que aún vive allá.
Pero incluso sin ese vínculo personal, por el simple hecho de ser
mexicano hay que hablar y escribir de ese gran estado. Lo he dicho y lo repito:
es una tierra que nos ha dado grandes hombres, desde José María Morelos hasta
Juan Gabriel; pasando por Agustín de Iturbide, Marco Antonio Solis, Melchor
Ocampo, Cantinflas y Lázaro Cárdenas.
Tierra purépecha —de aquellos guerreros que, a la llegada de los
españoles, no habían sido sometidos por los mexicas—. A pesar de no ser un
pueblo bélico en esencia, sabían defenderse.
Sin ser michoacano, el gran referente Vasco de Quiroga enseñó a
los purépechas, además de la doctrina de la fe, el valor del trabajo orientado
al bien común: aprender un oficio, trabajar el campo, servir a la comunidad.
Todo eso se puede leer en sus Sermones, reglas y ordenanzas para el gobierno de
los hospitales de Santa Fe de México y Michoacán.
El Tata Vasco, como le decían los nativos, murió en la hoy
tristemente multicitada ciudad de Uruapan. Declarado venerable por el Papa
Francisco, es uno de los grandes precursores de las muchas riquezas que
conforman la identidad michoacana.
Fue en Michoacán donde se gestó la Independencia —desde sus
inicios hasta la consumación—. Fue también uno de los epicentros de la Guerra
Cristera, con mártires como San José Sánchez del Río.
Y qué decir de la influencia de Melchor Ocampo, ilustre nicolaita
y quizá el más grande ideólogo de la Reforma; su corazón sigue, literalmente,
en el Colegio de San Nicolás.
El 2 de octubre de 1966 tuvo su clímax un movimiento estudiantil
en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde un estudiante
perdió la vida. Fue, sin duda, uno de los antecedentes del gran movimiento del
68, que pugnó por mecanismos de democratización en el país.
Los michoacanos van a salir adelante, como siempre lo han hecho.
Son gente trabajadora, valiente, echada para adelante. Ahí está la historia,
pero también el presente: siempre han sabido sobreponerse.
Desgraciadamente, lo que se vive hoy en ese entrañable estado no
es nuevo. Desde que tengo memoria, la violencia ha estado presente. Cuando viví
en Morelia, creo que fue la única vez que presencié un tiroteo. Corría el año
2000, en la zona comercial más importante de la ciudad. Nunca olvidaré la cara
de preocupación de mi padre; lo vimos de lejos, pero la escena la tengo
grabada.
Siempre después de las grandes crisis llegan tiempos de esplendor.
Cuando parece más oscuro… es porque está a punto de amanecer.
Apunte al aire
Una de las formas más efectivas de hacer seguro un espacio público
es que la ciudadanía lo haga suyo, que le devuelva su vocación. Este fin de
semana me dio mucho gusto ver los espacios públicos llenos: lo mismo en Chautla
—que superó los cien mil visitantes en cuatro fines de semana— que en las
plazas de San Andrés, Texmelucan y la misma Puebla capital.
En el zócalo de la capital, debo reconocerlo, cuidaron todos los
detalles: desde el concierto de Eugenia León, el videomapping en la Catedral,
hasta la alfombra alusiva al Día de Muertos con la fuente de San Miguel
Arcángel como centro.
Recuperar los espacios públicos promoviendo eventos culturales que
fortalezcan nuestra identidad es una gran forma de combatir la delincuencia de
manera positiva. Somos más los buenos, y los espacios públicos son de todos.
Fomentar que la gente se apropie de ellos es apostar por la seguridad y la
convivencia.
Ojalá la ciudadanía mantenga ese espíritu y se adueñe de los espacios públicos como lo hizo este fin de semana, con las celebraciones de nuestros fieles difunto
