Aguacates perdidos, corrupción encontrada

Aguacates perdidos, corrupción encontrada: robo de carga en la Central de Abasto podría destapar una cloaca


Por Carlos Charis
Puebla, 4 de julio de 2025

José Eduardo Rojas González llegó a Puebla con ocho toneladas de esperanza verde. Aguacates de Uruapan, Michoacán. Producto de la tierra caliente, comprado a crédito, con valor de casi medio millón de pesos. Los bajó en la Central de Abasto como cualquiera que ha aprendido a sobrevivirle al país: a jugársela.

Pero a eso de las cinco de la tarde, el 12 de junio de 2025, la suerte le pateó la puerta. Una grúa se llevó su camión —un Volkswagen rabón— directo a las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en Rancho Colorado. ¿La razón? Según los oficiales, el vehículo no tenía placas y tenía reporte de robo. Lo raro es que minutos antes no parecía haber problema.

Más raro aún fue el mensaje que llegó poco después: un número, el 2212356640, apareció en su WhatsApp. Del otro lado del teléfono, alguien que dijo ser de la Dirección de Mercados le soltó la propuesta indecorosa de siempre: “Si quieres que aparezcan tus aguacates, ya sabes… cae con una lana”.

Así, sin vergüenza. Como si fuera el trueque más común del mundo: tú pagas, nosotros te dejamos respirar.

Cuando José Eduardo llegó a Rancho Colorado, su camión todavía estaba ahí… pero los aguacates no. Las ocho toneladas se habían evaporado como si la Central de Abasto fuera un agujero negro. Nadie supo, nadie vio, nadie respondió. Ni la Dirección de Mercados, ni la Subsecretaría de Vía Pública, ni los agentes de seguridad que lo detuvieron. Todos como mudos entrenados.

La historia no terminó ahí. José Eduardo, cansado del juego sucio, presentó una denuncia por robo ante la Fiscalía General del Estado. La carpeta quedó registrada como:
FGE/CDI/CGIRV/R.VEHICULO-I/007349/2025.
Y se amplió por extorsión, porque sí: a falta de justicia, quedan los papeles y los números de expediente.

Lo grave no es solo la mercancía perdida. Es lo que huele detrás del remolque: una posible red de corrupción con nombres y apellidos. Al menos tres funcionarios municipales ya aparecen en el radar: Marco Antonio Rosete González, director de Mercados; Mauro Nava Rossano, subsecretario de Vía Pública y Mercados; y René Rojano Ramírez, encargado de la Central de Abasto.

Todos ellos, hasta ahora, callan. O peor: siguen en funciones.

Tal vez los aguacates se pudrieron en alguna bodega escondida. Tal vez terminaron en otro camión, en otro estado, en otra red. Lo cierto es que este caso huele mal. Huele a tranza vieja, a mordida disfrazada de trámite, a costumbre institucionalizada. A eso que se sigue cocinando en la Central de Abasto mientras nadie mira.

Porque en Puebla, como en tantos lugares, no hay mejor abono para la corrupción que la impunidad.