Aguacates perdidos, corrupción encontrada: robo de carga en la Central de Abasto podrĆa destapar una cloaca
JosĆ© Eduardo Rojas GonzĆ”lez llegó a Puebla con ocho toneladas de esperanza verde. Aguacates de Uruapan, MichoacĆ”n. Producto de la tierra caliente, comprado a crĆ©dito, con valor de casi medio millón de pesos. Los bajó en la Central de Abasto como cualquiera que ha aprendido a sobrevivirle al paĆs: a jugĆ”rsela.
Pero a eso de las cinco de la tarde, el 12 de junio de 2025, la suerte le pateó la puerta. Una grĆŗa se llevó su camión —un Volkswagen rabón— directo a las instalaciones de la SecretarĆa de Seguridad Ciudadana en Rancho Colorado. ¿La razón? SegĆŗn los oficiales, el vehĆculo no tenĆa placas y tenĆa reporte de robo. Lo raro es que minutos antes no parecĆa haber problema.
MĆ”s raro aĆŗn fue el mensaje que llegó poco despuĆ©s: un nĆŗmero, el 2212356640, apareció en su WhatsApp. Del otro lado del telĆ©fono, alguien que dijo ser de la Dirección de Mercados le soltó la propuesta indecorosa de siempre: “Si quieres que aparezcan tus aguacates, ya sabes… cae con una lana”.
AsĆ, sin vergüenza. Como si fuera el trueque mĆ”s comĆŗn del mundo: tĆŗ pagas, nosotros te dejamos respirar.
Cuando JosĆ© Eduardo llegó a Rancho Colorado, su camión todavĆa estaba ahĆ… pero los aguacates no. Las ocho toneladas se habĆan evaporado como si la Central de Abasto fuera un agujero negro. Nadie supo, nadie vio, nadie respondió. Ni la Dirección de Mercados, ni la SubsecretarĆa de VĆa PĆŗblica, ni los agentes de seguridad que lo detuvieron. Todos como mudos entrenados.
Lo grave no es solo la mercancĆa perdida. Es lo que huele detrĆ”s del remolque: una posible red de corrupción con nombres y apellidos. Al menos tres funcionarios municipales ya aparecen en el radar: Marco Antonio Rosete GonzĆ”lez, director de Mercados; Mauro Nava Rossano, subsecretario de VĆa PĆŗblica y Mercados; y RenĆ© Rojano RamĆrez, encargado de la Central de Abasto.
Todos ellos, hasta ahora, callan. O peor: siguen en funciones.
Tal vez los aguacates se pudrieron en alguna bodega escondida. Tal vez terminaron en otro camión, en otro estado, en otra red. Lo cierto es que este caso huele mal. Huele a tranza vieja, a mordida disfrazada de trÔmite, a costumbre institucionalizada. A eso que se sigue cocinando en la Central de Abasto mientras nadie mira.
Porque en Puebla, como en tantos lugares, no hay mejor abono para la corrupción que la impunidad.