Texmelucan: caballos, basura y justicia
Sin caballo no hay patria. Sin derecho no hay
esperanza
Los caballos, sin duda, son parte fundamental de nuestra historia.
Me atrevo a decir que, sin caballo, no hay patria. Será en otra ocasión cuando desarrolle
esa aseveración; incluso valdría la pena referenciar a quienes han escrito
tanto sobre ello, como mi amigo Tato.
Los caballos son animales de trabajo. Los ganaderos que conozco
les dan un trato digno, porque sin ellos sería imposible realizar muchas de sus
labores. Algunos de mis mejores recuerdos de infancia y juventud son haber
aprendido a montar a caballo. ¿Cómo no iba a hacerlo, si mi abuelo se bajó del
suyo mucho después de que los doctores se lo prohibieran? De ahí viene mi
necedad. No es excusa, es disculpa.
Una cosa es que los caballos puedan ser fuerza de trabajo, y otra
muy distinta que sean objeto de maltrato por parte de sus poseedores. En San
Martín Texmelucan lo hemos visto durante muchos años: salvo honrosas
excepciones, los caballos son lastimados y alimentados en su mínima expresión
para poder jalar una carreta que recolecta basura. Esto sucede en al menos
treinta colonias de la tercera ciudad más grande del estado de Puebla.
Han existido intentos por solucionar el problema, pero no ha
habido ni los recursos ni un verdadero plan para encontrar una salida viable y
sustentable en el plano económico. Porque, además de ser un problema de
bienestar animal, se trata de un asunto social.
¿Por qué? Porque más de 150 familias dependen de este oficio:
recoger basura, separarla y vender lo aprovechable.
Estamos entonces ante un servicio público que, de acuerdo con el
artículo 115 constitucional, debe brindar el Ayuntamiento: la recolección de
residuos. Pero un grupo de personas, ante la falta de opciones, decidió asumir
esta tarea, hacerlo por cuenta propia y aprovechar la basura de forma lícita.
El problema es que, al hacerlo en condiciones precarias, cometen —también salvo
honrosas excepciones— el delito de maltrato animal. Basta caminar por las
calles de San Martín Texmelucan para ver el estado lamentable en que se
encuentran estos animales.
Cualquier política pública que pretenda abordar el problema con
seriedad —con regulación, inversión y acción de la autoridad— deberá responder
al menos las siguientes preguntas:
• ¿Qué hacer con los caballos que están
sanos?
• ¿Qué hacer con los caballos que no lo
están?
• ¿Cómo sustituir la fuerza de trabajo
que representan?
• ¿Quién debe financiar una alternativa?
• ¿Debe ser una tarea exclusiva del
municipio?
La sociedad civil organizada ha interpuesto diversos recursos
jurídicos —en específico, amparos— para impedir que se sigan utilizando
caballos para jalar carretones de basura en las calles de San Martín. ¿Será
suficiente con la prohibición ordenada por un juzgado federal para que esta
situación deje de ocurrir?
Creo que, si bien una orden judicial no basta por sí sola —dado el
impacto social que implicaría dejar sin ingreso a más de 150 familias—, sí debe
servir como punto de partida para que la autoridad actúe con mayor legitimidad
y eficacia. El derecho no debe ser visto como obstáculo, sino como herramienta.
Apunte al aire
Es muy esperanzador que la sociedad civil pueda defender a quienes
no pueden hablar, aunque —vaya que— relinchan. Creo que esa debe ser, además
del diálogo, la vía para resolver nuestras controversias: la legal, la
civilizada, la que apuesta por el estado de derecho.
Ese camino fortalece la democracia deliberativa. No basta con
participar una vez cada elección: hay que implicarse en los temas que importan,
todos los días.
Ejemplos como este —y como el de las asociaciones que han luchado
por la limpieza del Atoyac— nos inspiran a despertar como ciudadanos.
Ya lo decía Kennedy:
“Si no somos nosotros, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?”