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San Miguel: la prisión como centro de mando criminal

San Miguel: la prisión como centro de mando criminal

La caída de Dulce N., “La Reina del Oriente”, pone nuevamente el foco en el Centro de Reinserción Social (CERESO) de San Miguel, no como un espacio de rehabilitación, sino como un núcleo de poder criminal que ha incubado y fortalecido redes delictivas dentro y fuera del penal.

De acuerdo con la Fiscalía, Dulce N. mantenía comunicación directa con internos de alta peligrosidad, entre ellos su hermanastro Héctor N., recluido por delitos contra la salud y señalado por seguir operando desde el interior mediante “celulares custodio”, extorsiones y control de menudeo en zonas aledañas al penal. La red criminal familiar se convirtió en una célula de mando dual: uno dentro y otro fuera de prisión.

Esta estructura revela cómo el penal de San Miguel funciona como centro de coordinación delictiva, facilitado por la corrupción estructural que permite el ingreso de teléfonos celulares, armas, drogas y hasta la operación financiera de negocios fachada. Desde ahí se han ordenado ejecuciones, como las documentadas en Santa María Xonacatepec, y se ha orquestado la expansión del narcomenudeo hacia colonias vulnerables.

El caso de Dulce N. no es aislado: en años recientes han salido a la luz varias figuras criminales femeninas que, lejos de operar a la sombra de líderes varones, han tomado el control de bandas completas. No sólo replican la violencia, sino que desarrollan estrategias más sofisticadas de infiltración comercial y social, como se evidencia en la red de negocios que sostenía su estructura.

El vacío institucional y la reproducción del poder criminal

La presencia de figuras como “La Reina del Oriente” y su vínculo con el penal de San Miguel no solo exhiben la fragilidad de las instituciones penitenciarias, sino también la simulación de los procesos de reinserción social, convertidos en espacios de privilegios para delincuentes con poder adquisitivo y conexiones políticas.

Pese a las múltiples alertas, reportes y denuncias sobre el autogobierno dentro del penal, las autoridades estatales han sido omisas o han actuado de forma tardía, permitiendo que redes criminales como la de Dulce N. se fortalezcan en el tiempo. Su detención, si no se acompaña de una intervención profunda en el sistema penitenciario, será apenas un golpe mediático más, sin efectos estructurales.

Mientras el CERESO de San Miguel siga funcionando como centro operativo del narco local, y no como un espacio de contención real, la violencia y la impunidad seguirán reproduciéndose fuera, con nuevos rostros y las mismas lógicas.