Diagnóstico de contaminantes en el Atoyac, hasta junio: promesas, omisiones y una deuda histórica con el agua
PUEBLA, Pue.— A casi un año de haberse anunciado, el diagnóstico sobre los contaminantes presentes en el río Atoyac —uno de los afluentes más degradados del país— será entregado, según las autoridades, a finales de junio. Lo anterior, como parte de una estrategia del llamado Plan Hídrico Estatal, encabezado por el gobierno de Alejandro Armenta Mier.
De acuerdo con Raymundo Atanacio Luna, coordinador del proyecto, al menos 18 de los 22 municipios involucrados ya cuentan con resultados preliminares. La intención, dice, es “atraer recursos federales” para promover la instalación de plantas tratadoras, humedales artificiales y la recuperación de zonas verdes en torno al afluente. Sin embargo, aún no se han transparentado los métodos ni los criterios técnicos del diagnóstico, ni se han hecho públicos los responsables científicos de su elaboración.
“En un mes y medio ya tendremos un diagnóstico”, afirmó Atanacio, sin ofrecer una fecha concreta ni detallar la naturaleza de los contaminantes encontrados. Tampoco explicó si el estudio considera las descargas industriales, los residuos urbanos, ni el papel que han jugado históricamente empresas contaminantes asentadas a lo largo del corredor Puebla-Tlaxcala.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua), por su parte, a través de su titular Beatriz Torres Trucios, reconoció que aún faltan por diagnosticarse cuatro municipios, entre ellos Amozoc, Tzicatlacoyan y la capital poblana. Este rezago, a doce meses de haber comenzado el levantamiento de datos, pone en entredicho la eficiencia del plan.
Aunque las autoridades estatales insisten en que “el saneamiento del Atoyac es un anhelo de los poblanos”, las cifras, los plazos incumplidos y la opacidad técnica del proyecto dibujan otro panorama: el de una política ambiental sin horizonte claro, atrapada entre la retórica y la simulación.
A lo largo de las últimas décadas, al menos cinco gobiernos estatales han anunciado programas similares con escasos resultados tangibles. Mientras tanto, el Atoyac sigue arrastrando —literal y simbólicamente— los desechos de una clase política que lo utiliza como estandarte electoral, pero que elude su verdadero saneamiento.
El diagnóstico que se promete para junio podría ser un punto de inflexión. O simplemente otro documento más que flote, como espuma contaminada, sobre las aguas turbias de la desmemoria institucional.