La “maldición” de Smart Fit: muertes, negligencia y una industria sin supervisión
Por José Herrera
Atizapán de Zaragoza, Estado de México – 7 de julio de 2025.
Otra muerte dentro de un gimnasio de la cadena Smart Fit. Esta vez fue en una sucursal de Atizapán de Zaragoza, cuando un hombre colapsó mientras realizaba estiramientos. El caso no es el primero: ya suman al menos ocho fallecimientos reportados en instalaciones de esta cadena en todo el país, lo que ha desatado una oleada de dudas legítimas: ¿qué está fallando en estos gimnasios? ¿Y por qué siguen operando como si nada ocurriera?
¿Casos aislados o patrón repetido?
Desde 2022, han circulado en medios y redes sociales múltiples reportes de muertes súbitas dentro de gimnasios Smart Fit, principalmente por paros cardiorrespiratorios. Aunque muchas de estas muertes podrían explicarse por condiciones preexistentes de los usuarios, lo inquietante es la frecuencia con la que ocurren en esta marca en particular, que presume tener más de 1,200 sucursales en América Latina y más de mil en México.
Hasta ahora, ninguna autoridad federal —ni la COFEPRIS ni la Secretaría de Salud— ha iniciado una revisión integral del modelo de operación de estos gimnasios. Tampoco hay un pronunciamiento público de la PROFECO sobre protocolos mínimos de atención a emergencias en establecimientos deportivos.
La falla estructural: gimnasios sin médicos, sin filtros y sin responsabilidad
Una constante en los testimonios que circulan tras cada caso es la misma: ausencia de personal médico capacitado, reacción tardía del staff, falta de protocolos de emergencia, y exceso de confianza en la capacidad física del usuario promedio.
A diferencia de lo que ocurre en gimnasios de alto rendimiento o deportivos universitarios, en muchos Smart Fit:
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No se exige certificado médico previo.
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No hay supervisión médica o paramédica presencial.
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Se promueve el consumo de suplementos y proteínas sin control sanitario ni orientación profesional.
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El personal suele tener formación básica o mínima en primeros auxilios.
En un país donde el 60% de la población adulta padece sobrepeso u obesidad, y donde las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte, estas omisiones pueden ser letales.
¿Y los suplementos?
Varios usuarios han señalado como posible causa el uso indiscriminado de suplementos alimenticios, precursores hormonales, creatinas o quemadores de grasa recomendados por entrenadores sin formación médica. Estos productos, aunque legales, pueden potenciar trastornos cardíacos si se combinan con entrenamientos de alta intensidad sin supervisión.
Además, la venta o promoción de suplementos dentro de gimnasios no está regulada por normas claras en México, lo que permite que circulen desde productos certificados hasta fórmulas “pirata” que afectan el sistema nervioso y cardiovascular.
La reacción: redes sociales como único espacio de denuncia
En ausencia de regulación efectiva, las redes sociales han sido el único espacio donde los usuarios expresan alarma:
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“¿Por qué muere tanta gente en estos gimnasios?”, se pregunta una usuaria en X.
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“Exijan certificado médico”, “Clausuren hasta que tengan médicos”, “Capaciten al personal”, son algunas de las propuestas.
Sin embargo, ni la empresa ha ofrecido un protocolo público de respuesta ni las fiscalías han abierto investigaciones más allá del caso aislado.
La postura de Smart Fit: silencio y negación
El vocero de la empresa, Erick Vásquez, ha minimizado los hechos y calificó de “incorrecta” la información de medios. Pero no ha explicado por qué se repiten los casos, ni qué protocolos implementan en sus más de 1,000 unidades. No hay lista de instructores certificados, ni lineamientos transparentes de atención a emergencias.
El silencio corporativo también es parte del problema.
¿Quién regula los gimnasios?
En México, no existe una ley federal que regule específicamente a los gimnasios, más allá de normativas generales sobre comercio, higiene o protección civil. Cada municipio establece sus propias condiciones para otorgar licencias de funcionamiento, sin exigir parámetros mínimos de salud preventiva, vigilancia médica ni transparencia en entrenamientos.
En países como Brasil, Chile o Argentina, las cadenas de gimnasios están sujetas a normas específicas de vigilancia médica y certificación del personal, pero en México, el vacío legal permite operar sin consecuencias.
Sin ley, sin supervisión, sin vida
Mientras no haya una política pública seria que regule el funcionamiento de gimnasios, los casos seguirán acumulándose. Las muertes no son “casualidades del ejercicio”, sino consecuencia directa de una industria que opera sin responsabilidad médica, sin filtros de ingreso y sin vigilancia estatal.
Smart Fit no está maldito. Está mal diseñado para la salud pública. Y hasta que la ley no lo exija, seguirá operando como si el ejercicio fuera solo una rutina física... y no un riesgo real para corazones sin chequeo.