Michoacán: horror en una habitación de hotel — Encuentran muertos a dos niños abandonados por su madre
Michoacán.— El hedor fue el primero en dar la señal. Cuatro días después de que una mujer registrara su entrada en el Hotel Campestre Torreblanca, el personal de limpieza, alertado por el olor fétido que escapaba por debajo de la puerta, irrumpió en la habitación. Lo que encontraron dejó en shock a quienes ya se han acostumbrado a convivir con la violencia: los cuerpos sin vida de dos niños, de entre 10 y 12 años, en avanzado estado de descomposición.
El hallazgo ocurrió la tarde del martes 17 de junio en un municipio aún no revelado por las autoridades. La habitación había sido rentada por una mujer identificada como Ana Cristina F., quien ingresó el 13 de junio y no volvió a ser vista desde entonces. El personal del hotel, tras agotar el tiempo de espera y no tener respuesta del interior, decidió forzar la entrada. El resto ya es parte de un expediente que ha estremecido incluso a los elementos forenses.
Los cuerpos fueron trasladados al Servicio Médico Forense (Semefo) para determinar las causas de la muerte. Hasta ahora, ni la Fiscalía del Estado ni la Secretaría de Seguridad Pública han ofrecido versiones oficiales sólidas, más allá de confirmar que la mujer fue localizada días después, en condiciones de salud delicadas, y se encuentra bajo resguardo policial.
Infancia desprotegida, Estado ausente
El caso —escalofriante en sus formas, brutal en su fondo— ha encendido una vez más las alarmas sobre el abandono sistémico que sufren niñas, niños y adolescentes en México. ¿Quién era Ana Cristina F.? ¿Por qué se alojó sola con dos menores en un hotel campestre? ¿Cómo es que durante cuatro días nadie del personal hotelero, de seguridad o del sistema DIF notó la ausencia de actividad en una habitación ocupada por infantes?
Hasta el momento, ni la Comisión Estatal de Derechos Humanos ni la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes han emitido pronunciamiento alguno. Tampoco hay información sobre el entorno familiar, escolar o comunitario de los niños. Lo único claro es que murieron solos, encerrados, y que nadie fue a buscarlos.
Crimen o tragedia silenciosa
Fuentes cercanas a la investigación señalan que la madre habría sido localizada en las inmediaciones del hotel, desorientada y bajo efectos de sustancias tóxicas, aunque esta versión no ha sido confirmada oficialmente. No se ha descartado ninguna línea de investigación: desde negligencia criminal, hasta un posible caso de violencia familiar que derivó en abandono y muerte por causas naturales o intoxicación.
Mientras tanto, la indignación crece en redes sociales, donde usuarios cuestionan el papel de las instituciones de protección a menores. No es para menos: el caso se suma a una lista creciente de infancias que mueren, desaparecen o son asesinadas en total impunidad, como si la niñez mexicana —sobre todo la pobre— fuera invisible a los ojos del Estado.
El hotel, los vecinos, el sistema
No hay registro de que el hotel haya activado algún protocolo para reportar la ausencia prolongada de menores, ni que personal administrativo diera aviso a la policía preventiva antes del hallazgo. La normalización del horror es tal que ya no sorprende que nadie toque la puerta aunque un niño no salga durante días.
Y al fondo, como telón de fondo insoslayable, la violencia estructural que arrasa con todo: pobreza, salud mental desatendida, maternidades solas, adicciones, y un sistema de justicia que siempre llega después, cuando ya hay muertos que enterrar.
Dos niños. En una habitación. Sin nombre. Sin ruido. Sin justicia —todavía.