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Un zoológico eléctrico, punzocortante y drogado: la podredumbre del Cereso

Huejotzingo, Puebla | 5 de mayo de 2025


“Un zoológico eléctrico, punzocortante y drogado: la podredumbre del Cereso de Huejotzingo”
Por Carlos Charis

Los muros sucios del Cereso de Huejotzingo siguen hablando. Aúllan en la madrugada como perros malheridos, susurran secretos entre ventiladores y cristales partidos. No hay redención en las celdas donde la ley duerme mientras el crimen despierta más temprano que el sol. El 5 de mayo, mientras las bandas de guerra tocaban en los bulevares y los políticos se sacaban fotos con niños, en este penal se desnudó —una vez más— la enfermedad crónica del sistema penitenciario poblano: el caos institucionalizado.

La Subsecretaría de Centros Penitenciarios entró al penal como quien revisa el baúl de un tío degenerado: sin saber qué esperar, pero con miedo de lo que podría encontrar. Y encontró lo que se esperaba, porque la podredumbre aquí es rutina: 18 envoltorios con cristal y marihuana, que no son sólo drogas sino migajas de control, trueque y escape. Porque aquí no se fuman los días por ocio, se los inyectan para olvidar la miseria.

También hallaron 7 pantallas planas, 5 controles, 11 bocinas como si el Cereso fuera un salón de fiestas, 17 celulares (algunos todavía calientes, recién usados) y 28 aditamentos más que sugieren que aquí los reclusos no están aislados del mundo, lo gobiernan desde adentro con saldo ilimitado y Wi-Fi clandestino.

Y luego están los ventiladores. 26. Veintiséis malditos ventiladores, girando como helicópteros de la impunidad, enfriando el sudor de los que mandan detrás de barrotes. Cuatro aparatos eléctricos más, sin nombre, pero seguro útiles para una vida que no debería tener comodidades. Porque esto es prisión, no AirBnB.

Las 7 armas punzocortantes fueron el único hallazgo que sonó coherente: la violencia es la lengua madre en estos pasillos. Cuchillos hechos con cepillos de dientes, metal reciclado, trozos de odio. Porque en este infierno sin fuego, sólo sobreviven los que saben cómo abrir una garganta o intimidar sin levantar la voz.

Huejotzingo, dijeron las estadísticas, está entre los peores evaluados del estado. Pero eso no es noticia. La noticia es que aún sigue funcionando como prisión mientras opera como mercado negro, oficina call center del crimen, motín callado, centro de rehabilitación para la corrupción, menos para los internos que para los custodios.

Las autoridades declararon que el operativo fue exitoso. Pero el éxito, en este contexto, suena a sarcasmo. Un operativo exitoso es aquel que no tendría que existir. Un Cereso que necesita decomisos como rutina ya está podrido hasta el cimiento.

En la celda número 12, según un custodio harto de fingir sorpresa, el líder de módulo tenía dos ventiladores, una bocina JBL y una televisión más grande que la de su mamá. La droga se movía por códigos de silencio y billetes pequeños. ¿Quién entra eso? ¿Quién lo saca? No lo sabremos. El Cereso, como todo buen infierno, protege a sus demonios.

Así seguimos, fingiendo que decomisar es limpiar, mientras la basura institucional huele cada vez más fuerte. Y en Huejotzingo, el aire no se limpia con ventiladores. Se limpia con justicia, con fuego, o con un cierre total.

Pero eso no vende, ni da fotos para redes sociales.