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“Las banquetas del saqueo patriótico”

 


“Las banquetas del saqueo patriótico”
Por José Herrera, cronista de la rabia civil

Puebla amaneció vestida de patria este 5 de mayo, con sus batallones escolares, sus bandas de guerra, sus políticos de saco bien planchado y su pueblo—ese que siempre paga por ver lo que debería ser gratuito—apiñado detrás de vallas, bajo el sol y los gritos de “¡cincuenta, cien, doscientos por la silla, señora!”

El Bulevar 5 de Mayo se convirtió en un mercado de sillas. Cientos de ellas, plásticas, rojas, azules, medio rotas o recién desenvueltas de una bodega polvosa, ocupaban banquetas como si fueran propiedad privada. Y lo eran… por unas horas. Porque en Puebla, hasta el aire en la calle tiene precio si alguien se atreve a sentarse.

Ciudadanos, indignados pero resignados, denunciaron cobros que llegaron hasta 250 pesos por silla en tramos como la Calzada Zaragoza, el bulevar 5 de Mayo o frente al Teatro Principal. El desfile militar, en teoría gratuito y popular, se volvió espectáculo VIP… para quien pudiera pagar por un pedazo de banqueta.

Y mientras los padres de familia sacaban la cartera o los codos, el secretario de Gobernación municipal, Francisco Rodríguez Álvarez, repetía lo mismo de siempre: que estaba prohibido, que la ciudadanía no debía pagar, que denunciaran. Palabras al aire. Porque nadie detuvo a quienes convirtieron la vía pública en negocio. Porque ningún inspector caminó por ahí con algo más que vista gorda. Porque lo patriótico en esta ciudad, al final, tiene tarifa.

Hubo gritos, empujones, incluso golpes. Enfrentamientos entre familias, entre niños con cara de susto y adultos que se tiraban manotazos por un lugar frente al desfile. El caso más grotesco se vivió frente al BINE, donde padres de familia terminaron agrediendo a otra familia—incluido un menor—por el control de tres sillas en la sombra.

La recomendación oficial, esa que suena a burla, fue que cada quien “lleve su silla”. Como si la ciudad fuera un camping. Como si la fiesta fuera para todos. Como si no supiéramos que en Puebla, todo espacio libre es tierra de conquista… de quien llega primero, de quien paga más, de quien se hace el dueño con una fila de sillas y un letrero de cartón que dice “reservado”.

Este 5 de mayo nos recordó que la historia de la batalla se celebra en el desfile, pero se repite en las aceras. No con bayonetas, sino con cobros indebidos, ausencia de autoridad y la eterna costumbre de que en México, incluso la calle, tiene dueño.