TV Azteca exige al Club Puebla el reembolso de 60 millones de pesos adelantados en 2017;
G.O.O.L Capital, la apuesta sin historial
Por José Herrera
Ocho años después de que TV Azteca inyectara 60 millones de pesos al Club Puebla en concepto de derechos de transmisión, la televisora del Ajusco exige el reembolso. La cifra, adelantada en 2017, se convirtió en una especie de salvavidas económico que terminó condicionando el control operativo del equipo, mientras atravesaba una de sus etapas más críticas bajo la administración de los López Chargoy.
Ese año, ante la imposibilidad de cubrir la nómina y participar en el régimen de transferencias, la familia propietaria cedió el manejo del club a Grupo Salinas, que instaló a Pablo Boy en la administración y a Ángel Sosa en la dirección deportiva. Oficialmente, el Club Puebla pasó a manos de Manuel Jiménez y un grupo de socios, pero TV Azteca se mantuvo en la retaguardia operativa, ejerciendo un poder de facto sobre las decisiones estructurales del equipo.
El episodio regresa al debate público tras declaraciones recientes del propio Jiménez, quien admitió la deuda con TV Azteca y la intención de saldarla a través de una inversión proveniente de un fondo internacional: G.O.O.L Capital. Sin embargo, este supuesto fondo levanta más preguntas que respuestas.
G.O.O.L Capital fue registrado apenas el 17 de mayo de 2025, sin que existan señales de operaciones verificables, antecedentes en el sector deportivo, clientes conocidos, redes sociales activas ni organigrama público. En resumen, se trata —hasta ahora— de una entidad opaca, sin trazabilidad ni credenciales comprobables en el ecosistema financiero o deportivo.
Pese a ello, Jiménez asegura que existe “un acuerdo satisfactorio” con TV Azteca y que el objetivo inmediato es sanear las finanzas del club, saldar el anticipo millonario, cubrir la multa de 47 millones de pesos impuesta por la Liga MX durante el Clausura 2025, e incluso, financiar parte de la infraestructura pendiente.
En el fondo, el caso revela la vulnerabilidad institucional del Club Puebla, atrapado entre los compromisos adquiridos en la opacidad y la falta de recursos para cumplir con las sanciones del presente. La mención de una temporada “austera” no solo alude a un mercado de fichajes limitado, sino a una gestión que transita entre deudas heredadas y promesas futuras sin garantías.
El anuncio de G.O.O.L Capital, lejos de generar confianza, resalta la precariedad del proyecto financiero que respalda al equipo. La historia reciente del futbol mexicano está plagada de fondos fantasmas, prestanombres y simulaciones corporativas que terminan por agravar la fragilidad de los clubes, especialmente aquellos fuera del eje económico dominante.
La transparencia financiera en el deporte profesional es una deuda pendiente. Mientras no existan reglas claras sobre la inyección de capital externo, los clubes seguirán siendo vulnerables a operaciones de riesgo, y los aficionados —los únicos que no cambian de camiseta— continuarán pagando el precio del silencio administrativo y la falta de rendición de cuentas.