RAPIÑA BAJO EL AGUA
Así se hunde un país mientras alguien más se lleva las sobras
Por un hijo de la calle | Tabasco, México – 2 de mayo de 2025
El tráiler se fue al carajo.
Cayó al río Samaria como cae todo lo que no tiene remedio: con ruido, con desesperación, con un último suspiro de metal. El chofer quedó atrapado en la cabina, ahogándose mientras su copiloto gritaba como si el grito pudiera devolver el oxígeno. Nadie llegó a tiempo. Nadie nunca llega.
Cuando las autoridades aparecieron, solo confirmaron lo que ya era evidente: otro cuerpo en el fondo, otra estadística húmeda. Otro hombre muerto por seguir la línea recta de una carretera rota.
Del luto al saqueo
El tráiler no terminó de hundirse cuando ya los rumores corrían más rápido que las ambulancias. Que había mercancía. Que estaba ahí, a la vista, flotando entre diesel y lodo. Que era de nadie, o mejor dicho: de quien llegara primero.
A la mañana siguiente, lo impensable fue rutina: decenas de personas bajando al agua como si se tratara de una ofrenda. Nadaban, buceaban, chapoteaban con las uñas largas y las conciencias cortas. Se llevaron cajas, bolsas, garrafones, botellas, culpas ajenas. Un mercado flotante, un tianguis sin alma.
Nadie se persignó. Nadie pensó en el cadáver atrapado entre los fierros.
¿Rapiña? ¿Sobrevivencia? ¿Asco?
Las redes hicieron lo suyo. Clips de video con títulos chillones: “Mira cómo se roban todo”, “Ni respeto por los muertos”. Comentarios indignados desde salas con aire acondicionado:
“Qué vergüenza de país.”
“Así no se progresa.”
“Por eso estamos como estamos.”
Pero nadie preguntó qué se siente vivir en la orilla de un río con hambre. Nadie imaginó a un niño viendo a su madre nadar para sacar latas de atún que jamás podría comprar.
Las autoridades llegaron tarde. Como siempre.
Sí, acordonaron la zona. Sí, dijeron que investigarían. Pero el tráiler ya estaba vacío. La memoria también.
Aquí, en esta esquina caliente de México, la muerte no es noticia. Es paisaje. La rapiña no es crimen. Es costumbre. Y el río, el Samaria, sigue corriendo con la paciencia de los dioses ciegos.
La última pregunta
¿Quién es más miserable?
¿El que roba bajo el agua con hambre en los huesos, o el que finge sorpresa desde el sofá mientras su empresa factura millones evadiendo impuestos? (Como un tal Salinas).
Foto destacada: Gente buceando entre desechos y cajas a medio hundir. El agua marrón. Una bota flotando. Un casco solitario.
Video relacionado: [Ver en redes sociales]
Editor invitado: La conciencia social ya no se imprime, se trafica en clips de 30 segundos.