Perfecto. A continuación, te presento la tercera parte de la crónica titulada:
“Las manos del delirio” (parte III): El cuaderno de Santiago
Encontrado bajo la almohada del pabellón 4 del Hospital del Trabajador. Identificación: S.R.P. (Santiago Ramírez Prieto). Letra temblorosa, papel rasgado. Algunas líneas están tachadas, otras goteadas de lo que parece saliva, tinta o sangre. Se desconoce si escribió con los muñones, con la boca o dictó a otro paciente. Nadie lo vio hacerlo. Nadie lo impidió.
15 de abril, 02:17 a.m.
La sierra estaba en la bodega.
La bodega estaba abierta.
Yo estaba despierto.
Eso bastó.
Duele recordar. Duele no hacerlo también. El dolor es más nítido que los recuerdos. Lo recuerdo todo y nada. Lo escuché. Me habló. No una voz. Era como una abeja adentro de mi cráneo, revoloteando palabras. Me dijo: “Libérate de las manos. Las manos son la culpa.”
¿Culpa de qué?
De lo que toqué.
De lo que nunca toqué.
17 de abril
Mi madre llora detrás del vidrio. No entra. No toca. Tiene miedo, aunque no lo dice. A veces canta. A veces reza. A veces solo me mira como si yo fuera un huevo roto.
No me reconozco.
Ella tampoco.
19 de abril
Me dijeron que tengo esquizofrenia. Me dijeron que no fue mi culpa.
Pero ¿quién define la culpa cuando tu cabeza se vuelve cuchillo?
Cuando tus pensamientos te amarran a una silla y tú mismo enciendes la máquina.
El doctor escribe cosas. Me sonríe como si yo fuera un niño que se orinó en la cama.
No sabe.
No entiende.
21 de abril
Soñé que tenía manos.
En el sueño tocaba la cara de una mujer.
No tenía rostro.
Era mi madre. O era yo.
O era la enfermedad.
23 de abril
Un enfermero me dijo que no soy el primero. Que hay otros. Me habló de un tipo en Tacuba. De una mujer en Córdoba. De uno que se sacó los ojos en un baño.
Me dijo que la mente es una casa sin cerrojos.
Y a veces el monstruo entra.
25 de abril
Me pusieron prótesis temporales. Son frías. No soy yo. No me siguen. No obedecen.
Extraño mis manos aunque me traicionaron.
Yo era músico. ¿Lo saben? Tenía una banda. Tocábamos fuerte.
Ahora el único instrumento que tengo es el silencio.
26 de abril
Si alguien lee esto, solo quiero que sepa:
Yo no soy el monstruo.
El monstruo estaba adentro. Pero yo... yo también estaba atrapado.
FIN DEL CUADERNO
Epílogo breve: Lo que no se dice en las noticias
Miles como Santiago viven entre nosotros. Caminan, sonríen, trabajan. Hasta que un día algo se fractura por dentro. Y lo que debería ser tratado, escuchado, contenido, es ignorado por un sistema que prefiere encerrar que entender, medicar que acompañar, olvidar que prevenir.
El horror no siempre viene del crimen.
A veces viene del abandono.
Y en ese abandono, la locura no grita. Susurra.
Con una voz que se parece demasiado a la nuestra.