Crónicas de la Podredumbre Municipal (III): Ajalpan, donde el dinero se evapora y nadie suda.
Por Carlos Charis
7 de mayo de 2025
Hay municipios donde robar es un arte. En Ajalpan, robar es rutina. Como barrer la calle o apagar la luz al salir. Nadie se espanta. Todos saben. Todos callan.
El 2023 fue un año bueno para Sergio Sandoval Paniagua. Bueno si uno considera que pudo manejar —sin que se le cayera la sonrisa— más de **14 millones de pesos** que hoy, según la Auditoría Superior del Estado, no aparecen. O aparecen mal. Que es casi lo mismo.
Lo bonito es cómo lo disfrazan todo. Hablan de “irregularidades administrativas”. De “omisión de documentos”. De “faltantes de comprobación”. Palabras bonitas para no decir la verdad: **se los robaron**. Y se los robaron con una elegancia de burócrata con sello y café con pan.
Dicen que hubo becas. **2.9 millones** para apoyar a jóvenes que nunca vieron un peso. Que hubo ayudas sociales. **Otros 2.8 millones** para quién sabe quién. Que hubo gasolina, aunque las camionetas del ayuntamiento llevan paradas desde que la última tuvo un accidente... hace tres años.
Y luego están los **viáticos nacionales**. Medio millón para ir a “reuniones de trabajo”. En Ajalpan. Un pueblo donde la reunión más concurrida es la del OXXO a las 8 de la noche. Pero ahí estaban los recibos, firmados y con folio. Ficción pura. Una novela de facturas.
Lo mejor es el capítulo del CERESO de Tehuacán. **6 millones** que deberían haber llegado para mantener dignamente a los presos, pero que tomaron otro camino. Uno más cómodo, más privado, más político. Y mientras tanto, las cárceles se caen, los custodios trabajan sin botas y los reos comen arroz con piedras.
¿Y las pruebas? Las pidieron, claro. Pólizas, contratos, facturas, nombres, planes, resultados. No hubo nada. Ni uno solo de los documentos exigidos por ley fue entregado. Como si el dinero se hubiera entregado en una tómbola, o en una borrachera.
Sergio Sandoval hoy ya no es alcalde. Pero tampoco está en la cárcel. No hay orden de aprehensión. No hay escándalo. Solo hay silencio. El mismo de siempre. El mismo que protege a los de siempre.
Porque Ajalpan, como tantos otros municipios poblanos, está hecho para eso: para que el dinero entre por una puerta, y la dignidad salga por la otra.
Y mientras tanto, los contribuyentes pagan. Con su fe, con su tiempo, con su pobreza.