Crónicas de la Podredumbre Municipal: El Caso Ajalpan
Por Carlos Charis
6 de mayo de 2025
La historia de Ajalpan es la historia de un pueblo que se arrastra por la orilla del olvido, esperando que alguien se digne a pasar con una mano tendida. Mientras tanto, el exalcalde Sergio Sandoval, en su época de gloria, se dedicaba a vaciar los bolsillos del pueblo como si fueran su billetera personal. ¿14 millones de pesos? Un chiste. Un trago largo que no deja más que resaca y cuentas sin pagar.
La Auditoría Superior del Estado, como buen perro de presa, encontró lo que buscaba: el rastro de dinero desaparecido, como un mal sueño que se esfuma antes del amanecer. Un par de camionetas de lujo, viáticos, combustibles y hasta material de oficina, como si el dinero hubiera sido repartido en una fiesta de despedida de un alcalde que nunca entendió que la gente no se alimenta de promesas vacías.
Pero lo mejor del show es el “daño patrimonial” de 14 millones. Claro, no es un robo limpio. Es un robo lleno de marcas de sudor, de los errores torpes de un hombre que pensó que podía esconder la mugre debajo de la alfombra. O quizás, pensó que nadie iría a mirar. Pero la Auditoría sí miró. Y encontró lo que todo mundo sabe: el dinero no se pierde, solo cambia de dueño.
El Cereso de Tehuacán es otra joya del descontrol. Más de 6 millones de pesos que Sergio Sandoval nunca entregó, mientras las cárceles siguen abarrotadas de personas que ni siquiera tienen el privilegio de contar con un colchón. Pero claro, a los reos no se les puede pedir cuentas. Se les olvida, como se olvidan los niños, las mujeres, los ancianos. Se les deja ahí, en la fila de los olvidados.
Lo peor de todo no es el dinero que desaparece en el aire, ni las facturas sin número, ni los documentos que nunca llegaron. Lo peor es el mal sabor de boca que deja el saber que esto sigue siendo la norma. Que no es un caso aislado. Que aquí, en Ajalpan, como en cualquier otro rincón del país, el dinero público sigue siendo el chiste que los políticos cuentan en las noches vacías de banquetes y chelas.
Porque, al final, nadie les va a tocar la puerta a los verdaderos responsables. Si no hay un muerto en la calle o un escándalo que explote en los noticieros, las cosas siguen su curso. La gente sigue trabajando, sigue esperando, sigue soñando con un futuro mejor que nunca llega. Y Sergio Sandoval sigue por ahí, posiblemente en algún hotel con jacuzzi, mirando el mundo desde su trono de impunidad.
Esto es Ajalpan. Y eso es todo lo que importa para los que mandan. Mientras tanto, los pobres siguen siendo pobres. Y los ricos, ricos.