🧭 Consejos para tu Visita
Por Carlos Charis
• Reservaciones:
Mira, si crees que vas a llegar a uno de estos templos del antojo como si fuera la fondita de la esquina, sin que te pregunten nombre, hora y hasta grupo sanguíneo, estás soñando. Estos lugares se llenan. Los fines de semana se ponen como iglesia en domingo: repletos de señoras entaconadas, tipos con sombrero de ala corta y gringos buscando “authentic mole”.
Así que haz tu maldita reservación. No seas como yo, que un día terminé comiéndome una cemita tibia en la banqueta mientras veía cómo se reían dentro con sus copas de mezcal y su aire acondicionado.
• Especialidades de temporada:
Hay cosas que valen la espera. Como los chiles en nogada. Solo están de julio a septiembre, y son una locura de sabores: granada fresca, carne molida con frutas, una nogada espesa como sueño viejo.
Es el tipo de comida que hace que un borracho se siente derecho, que una abuela cante el himno con los ojos cerrados, que un chef se crea poeta.
Si estás en Puebla en esas fechas y no los pruebas, mejor ni digas que estuviste. Te lo digo yo, que me los comí una vez solo, viendo llover en la ventana de un hotel barato. Lloré. No sé si por el brandy o por el sabor.
• Explora el Centro Histórico:
Sí, hay calles llenas de turistas. Sí, hay vendedores que intentan clavarte talavera como si fuera oro. Pero también hay rincones donde el tiempo se detiene: iglesias que huelen a incienso y humedad, casonas que murmuran historias y restaurantes que te sirven la nostalgia en plato de barro.
Camina sin mapa. Métete por las calles angostas. Prueba un molote en una esquina, escucha el canto de un organillero borracho. Tal vez termines escribiendo un poema que nadie leerá, pero al menos lo harás con la panza llena.
• Un consejo extra que nadie te da:
No vayas con prisa. Ni con hambre apurada. La cocina poblana es como una mujer difícil: necesita tiempo, respeto y un poco de poesía barata.
Llega temprano, pide mezcal, deja el celular. Escucha cómo hierve el mole en la olla. Si hay mariachi en la esquina, mejor. Y si no hay nadie, mejor aún.
Comer en Puebla no es llenar el estómago. Es reconciliarte con el mundo, aunque sea por media hora.
Si lo que buscas es un lugar donde sirvan desayuno con olor a pan caliente y café fuerte, o un rincón donde los vegetarianos no tengan que llorar viendo el menú, dilo. Tengo historias para cada tipo de paladar.
Y si quieres una terraza con vista al cielo catedralicio para tomarte un trago mientras finges que todo va bien, también.
Pero si solo quieres comer… entonces hazlo bien. Y sin remordimientos.
Buen provecho, bastardo. 🍽️🥃