Buscan a los familiares de Don Eduardo, ‘viene viene’ que murió en el Centro Histórico de Puebla
PUEBLA, Pue.— Murió solo, en la calle donde trabajó durante años. Su cuerpo quedó tendido en la intersección de la 2 Poniente y la 3 Norte, a plena luz del día. No era un desconocido para los comerciantes ni para los automovilistas del Centro Histórico de Puebla. Se llamaba Eduardo N., era ‘viene viene’ y tenía más de 60 años.
Hoy, quienes lo conocieron piden ayuda para localizar a su familia, pues aunque algunos aseguran que tenía parientes en la Ciudad de México, hasta el momento nadie ha acudido a reclamar sus restos.
El deceso ocurrió a inicios de esta semana. Al principio se pensó que Eduardo vivía en situación de calle, pero pronto los testimonios desmintieron esa versión: era un trabajador informal, conocido por muchos en la zona, donde ayudaba a estacionar vehículos a cambio de unas monedas. Era parte del paisaje cotidiano, invisible para algunos, indispensable para otros.
Una muerte solitaria, una memoria compartida
Vecinos, comerciantes y automovilistas frecuentes comenzaron a compartir su historia en redes sociales, con la esperanza de que alguien lo reconociera y pudiera dar aviso a sus seres queridos. En varios mensajes se señala que Eduardo solía hablar de su familia en la capital del país, aunque nunca dio muchos detalles.
“Pido que compartan para que sus familiares lo localicen y le den una cristiana sepultura. Don Eduardo era una buena persona, trabajadora, nunca molestaba a nadie”, escribió uno de los locatarios que lo veía cada día.
Una imagen, una última oportunidad
A través de publicaciones en Facebook y grupos vecinales de WhatsApp, circulan fotografías que podrían ayudar a identificarlo. Son imágenes tomadas en vida, sin morbo, solo con la intención de devolverle la dignidad a quien murió sin compañía ni nombre para las autoridades.
El cuerpo de Eduardo permanece en resguardo, y las personas que impulsan esta búsqueda han hecho un llamado urgente para que sus familiares lo reconozcan y puedan despedirse de él.
La muerte de los invisibles
Historias como la de Don Eduardo son frecuentes en las ciudades mexicanas, donde miles de personas adultas mayores trabajan en la informalidad y carecen de redes de apoyo o servicios médicos. La suya es una de tantas muertes que ocurren a la intemperie, sin homenajes ni velorios, pero no sin memoria.
Hoy, quienes compartieron con él un saludo, una sonrisa o una moneda, hacen lo posible por restituirle un último gesto de humanidad: que no se vaya del todo sin ser despedido.