¡Cuán difícil es encontrar la auténtica felicidad!
Es obligado entender que no se genera en el exterior, sino en el interior del ser humano, dominando el ego desproporcionado y hallando la sensatez, paz, armonía, tranquilidad y equilibrio en cada una de sus acciones y decisiones.
No es fácil dominar la introspección profunda que nos lleve a la SUPRACONCIENCIA, que tiene que ver con el conocimiento del origen de la realidad y el destino del ser humano.
Creo adivinar que el gobernador electo de Puebla, Alejandro Armenta, se encamina por ese sendero acompañado por la resiliencia y el estoicismo que se transforman en virtudes si se adoptan como una forma de vida para vencer la adversidad y lograr el triunfo.
A los periodistas les cuesta trabajo verter elogios. Cuando lo hacen es en los rincones, al oído de los políticos para no ser descubiertos; mientras, públicamente, adoptan la postura falsa de estar alejados del poder, advirtiendo que su labor permanente es descalificar y cuestionarlos como parte de los equilibrios y los contrapesos. No sé de dónde sacan esa conclusión torpe e hipócrita.
El reconocimiento de las virtudes ajenas es tan difícil como aceptar los defectos propios.
¡Qué pena!
Ayer, en la vetusta casona de Xicoténcatl en la Ciudad de México, fue descubierto el óleo de Alejandro Armenta por su paso en el senado y el alto honor de haber sido presidente de la mesa directiva. Yo, en lo personal, he enlistado calificativos que ensalzan sus cualidades, lo que disgusta a sus detractores.
Pues bien, me he quedado corto después de escuchar los conceptos de Ricardo Monreal Ávila y de la actual presidenta de la mesa directiva del senado, Ana Lilia Rivera Rivera, catalogando a Armenta como un hombre sensato, prudente, ecuánime, perseverante, que sabe hacer amigos; listo para enfrentar otro gran reto: gobernar el estado de Puebla.
Armenta, sabe cumplir su palabra.
Armenta, fue uno al llegar a su curul senatorial; hoy, es otro, con un carácter firme, hiperactivo, que sabe alcanzar las metas que se propone.
“Veo a otro Armenta al que conocí hace 6 años”, diría Monreal.
Confirmó que no me equivoqué al llamarlo el hombre de la esperanza, considerándolo un político en plena madurez, listo para sortear lo que viene.
Ante la adversidad y el triunfo estoico, Armenta ha mostrado su verdadera imagen. Sabe que ambos factores no son para siempre.
Controlar los sentimientos y emociones se traduce en muchos años de esfuerzo, persistencia y consistencia.
Gobernar con virtud es altamente complicado, pero lo logrará, colocándolo en el umbral de la historia. Él, ya tiene asegurado un lugar en el salón de gobernadores del Palacio de reforma 711; le falta trascender en el corazón de los poblanos sin excepción, hasta de los que han ido en su contra y, finalmente, solventar las enormes expectativas levantadas a su alrededor que lo catapulten a la inmortalidad que recoge la memoria imborrable.
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