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Liz Vilchis y la (In) cultura de la “señal” política

 Liz Vilchis y la (In) cultura de la “señal” política


Just give me some kind of sign girl oh my baby

Tan solo dame un señal chiquita, ¡ay mijita”

Canción de Brenton Wood,  1968

Hace un par de días la clase política de Morena y no pocos de los más destacados columnistas de la entidad anunciaron con bombos y platillos:  ¡ya vino la pinchi señal, ya vino la pinchi señal!”

¿A qué señal se referían? Pues nada más y nada menos a la señal de que ya era (casi) un hecho incontrovertible de que Pepe Chedraui sería el candidato de Morena a la ciudad de Puebla.  ¿En qué se apoyaban para sostener eso?  En el hecho de que Liz Vilchis, la encargada de la sección “Quién es quién las mentiras” de las mañaneras del miércoles, anunció que había decidido respaldar a aquél “porque fue quien mejor la trató” cuando aspiraba a la candidatura a la presidencia de nuestra ciudad capital (Vid. Municipios de Puebla, 6 de febrero de 2024).

¿No debió en realidad haber dicho que “fue quien mejor la trató” cuando aparentaba aspirar a dicho cargo?  No lo sabemos, esto no es asunto nuestro. Pero de lo que sí estamos convencidos es  que  –desconocemos si fue “sin querer queriendo”—  se prestó  a la inefable tramoya armada por los líderes de Morena (de consuno con el gobernador Salomón Céspedes) que se afanan por convertir a Pepe Chedraui en el candidato a la alcaldía poblana, arguyendo que es el único que “garantiza la victoria”, pese a su negro pasado Prianista.

La tramoya no pudo estar mejor armada:  Paso 1. Convertir a Liz Vilchis en aspirante a la Presidencia de Puebla (con la bendición de Amlo). Paso 2. Armar todo en revuelo anunciando que Vilchis “era la mejor carta de Morena”, encargándole este papel a no pocos de los principales personajes de esta organización en nuestra entidad (entre otros al mismo Alejandro Armenta, y al citado Salomón Céspedes).  Paso 3.-Generar un ambiente de derrotismo entre las y los  aspirantes (o suspirantes) de Morena a la alcaldía, quienes no tendrían más remedio que aceptar que ya no había nada que hacer (por el papel de Vilchis en las mañaneras).- Paso 4.-Convencer a los más destacados columnistas y analistas políticos de la  entidad para que difundieran la especie de que ya era una “realidad inequívoca” que Vilchis sería la candidata idónea, y ¡Zas!, Paso 5,  ¡difundir la noticia de que ésta había decidido renunciar a su aspiración, anunciando un día después que pensaba apoyar a Pepe Chedraui porque éste fue “quien mejor la trató”.  ¡He aquí la “pinchi” señal!  Exclamaron aquéllos, y no pocos de los más destacados líderes morenistas de Puebla.

¡Vaya tramoya!  Ni siquiera en las mejores telenovelas de Televisa se pudo haber hecho algo mejor (¿o peor?).  Tal vez Morena debería convertir a Liz Vilchis en estrella de cine o televisión.

Pero, por desgracia, no nos encontramos ante una comedia sino ante una tragedia, porque es realmente trágico el constatar que la 4 T no ha cambiado un ápice la cultura política heredada del PRI. Cierto:  AMLO ha transformado México, logrando cambios y transformaciones que las fuerzas de izquierda no avizoraron ni siquiera en sus mejores sueños. Sin duda pasará a la historia como el hombre que derrotó al neoliberalismo (con el apoyo, desde luego, de las fuerzas progresistas del país, y de la mayoría de la población).  Empero, lo cierto es que no logró cambiar la cultura política heredada del PRI.  Es más, en no pocos aspectos la ha fortalecido, tal como lo ponen de relieve las inefables “señales políticas” que envía para dar a conocer sus decisiones, tal como lo observamos en el caso de Liz Vilchis.

Desde luego, estamos conscientes de que cambiar la cultura política no es tarea de un solo hombre, aunque se llame Andrés Manuel López Obrador; ni siquiera es una tarea que pueda lograrse en un sexenio:  tal vez sea más fácil construir decenas de aeropuertos AIFAS Y  varios trenes mayas, que transformar dicha cultura, ¿por qué?  Porque está arraigada en la mente y en la conciencia, territorios irredentos a las grandes transformaciones políticas y sociales.

En el libro Masa y Poder  (Muchnik Editores,  1977) –que seguramente Liz Vilchis leyó, por tratarse de una obra maestra de la antropología—Elías Canetti  (Premio Nobel 1981) nos muestra  cómo el poder adquiere formas y expresiones que (casi) no cambian con el paso del tiempo.  Escribe al respecto :  “La ejemplaridad del rey es general. A veces se reduce a la admiración y veneración. Nada de lo que él hace carece de significado…Que él estornude significa ¡estornudad!  Que se caiga del caballo, ¡caed! Tan repleto de fuerza de mando está que nada sucede porque sí. La orden ha migrado en esta caso de la palabra a la acción ejemplar….Todos hacen lo mismo, pero primero el rey lo hace primero. La corte, convertida en cristal de masa, retorna así a su origen…” (pág. 415).   Unos párrafos antes, observó lo siguiente: “Un viajero árabe, que a comienzos del siglo pasado visitó la corte de Darfur, cuenta acerca de las obligaciones de los cortesanos : cuando el sultán carraspea, como si quisiera hablar, todos emiten el sonido <<tsm ts>>. Cuando estornuda, toda la asamblea imita el grito del yeco….Si el sultán se cae del caballo, todos sus cortesanos debían caerse del caballo….Cuando en la corte de Uganda reía el rey, reían todos; cuando estornudaba, estornudaban todos; cuando tenía un enfriamiento, todos aseguraban tenerlo” (Pág. 414).

En nuestro país suceden cosas parecidas….no sólo desde los tiempos del Tlatoani priísta, sino incluso en los tiempos de la 4t…..tal como lo pone de relieve la “señal” enviada por Liz Vilchis.