Los 11 principios de la propaganda de Goebbels
Los principios de la propaganda de los nazis les dieron mucha popularidad en poco tiempo.
Los estados autoritarios, por sus propias ideas fundacionales, siempre aspiraron a controlar a todos los individuos que amparara su ominoso paraguas ideológico. En este sentido, definir el camino mediante el que moldear lo más Ãntimo de todo ser humano (su pensamiento) siempre fue una de sus principales metas a conquistar.
Las técnicas de propaganda han cubierto esta intención tradicionalmente, aprovechando todo desarrollo del saber sobre la psicologÃa básica y grupal. De hecho, incluso hubo algún tiempo en el que muchos paÃses "tenÃan en nómina" a auténticos expertos en tales lides, y ocupando cargos ministeriales de responsabilidad. Cada uno de ellos se estrujó los sesos pensando en programas para lograrlo.
Sin ningún género de dudas, el que más llegó a trascender de todos ellos fue el articulado en la Alemania de la segunda guerra mundial, del que brotaron los archiconocidos principios de la propaganda de Goebbels (que se erigieron como una fuente de inspiración para otros que llegaron con posterioridad).
En este artÃculo detallaremos cada uno de los puntos que Joseph Goebbels, un personaje de gran infamia histórica, concibió para difundir el ideario nazi entre la población alemana de su tiempo. Conocerlo es básico, pues se trata de una parte importante de nuestra historia más triste.
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Los 11 principios de la propaganda de Joseph Goebbels y los nazis
Goebbels es seguramente uno los personajes más enigmáticos de la historia reciente. En su haber cuenta con una estrecha amistad con el dictador Adolf Hitler, gracias al cual ocupó en los años del régimen nazi el cargo de ministro de Ilustración y Propaganda. Su aspecto fÃsico peculiar (padecÃa de una cojera permanente y una estatura muy baja), junto a los ardientes discursos que protagonizaba, son dos de sus caracterÃsticas mejor recordadas. No obstante, de él deberÃa resaltarse que era un antisemita convencido, y que fue uno de los escasÃsimos cargos públicos que reconoció expresamente (con orgullo) el genocidio del pueblo judÃo.
Su actitud de odio salvaje, condimentada con un muy notable talento para la oratoria y para el arte (sobre todo la literatura), componÃa una mezcolanza indigesta de la que surgÃan obras de ensalzamiento sobre la muerte. Uno de los objetivos que persiguió hasta su defunción (un dÃa después de la de Adolf Hitler) consistÃa en la construcción de una moral alemana basada en los principios del régimen, y que precisaba del exterminio de quienes fueran considerados sus enemigos. Todo ello requerÃa, sin duda, un aparato propagandÃstico sin parangón.
Una de las primeras tareas que desarrolló en su rol polÃtico fue censurar a cualquier medio que se opusiera a las ideas de su partido, asà como fomentar el arte y la información que se alinearan con él. Tuvo un gran interés por los recursos audiovisuales (cine, música, etc.) en cuanto a herramientas útiles para dispersar su ideario entre la población alemana de aquellos años. Fue un censor y un promotor abnegado al propósito fundamental de construir un paÃs sumido en el belicismo, por lo que una enorme cantidad de carreras artÃsticas (en todo tipo de disciplinas) nacieron y murieron estando él en el cargo ministerial.
Son dispares las incógnitas que prevalecen en cuanto a su figura. Muchos consideran que no tenÃa realmente un papel tan importante como polÃtico, que no era más que un charlatán que jamás contribuyó a las grandes decisiones de su paÃs o incluso que padecÃa un trastorno de la personalidad narcisista. Aun con todo, los principios de la propaganda de Goebbels han sobrevivido hasta nuestros dÃas, testigos del horror que aquel perÃodo dejó grabado para siempre en la faz de la historia.
Veamos cuáles son estas leyes de la propaganda de Goebbels y el alcance de cada uno. El efecto que este autor perseguÃa solo se podÃa alcanzar en el caso de que se cumplieran todos ellos, en una "orquesta sinfónica" de manipulación social perfectamente afinada.
1. Principio de la simplificación
Este principio se basa en la reducción de toda la complejidad de los distintos enemigos a una realidad muchÃsimo más discreta, desprovista de diversidad y muy fácilmente identificable. El propósito es infundir a todo lo que se opone a las propias ideas de un rasgo común y sencillo donde se reduzcan sus aristas hasta la misma caricatura. De esta manera, no existirÃa nunca una batalla contra múltiples antagonistas, sino una guerra en la que solo bregarÃa un sencillo contendiente: el mal, la brutalidad, la injusticia o la ignorancia.
A través de este proceso se abstraerÃan todos los matices de los contrincantes, los cuales se concretarÃan en una idea mucho más sencilla y cargada de la peor connotación imaginable. El enemigo serÃa por tanto común a todos los que abrazaran tal propaganda, focalizándose su odio contra el concepto primario en el que el rival se encarnara.
2. Principio del método de contagio
Este principio estarÃa asociado al anterior. Sus objetivos son sencillos: además de simplificar los hechos, se pretenderÃa dispersar una serie de atributos a todos los sujetos que se acojan a ideas opuestas a las propias. A menudo son adjetivos de contenido negativo, humillante y/o ridiculizante; que se asignarÃan, sin meditarlo, al opositor. Se trata del paso lógico tras haber diluido la sensación de multiplicidad, mediante el cual se difundirÃan estereotipos a partir de lo que el aparato de propaganda considerara "no deseable" (todos los judÃos son unos ladrones, p.e.).
La fórmula que se utilizarÃa en este caso serÃa de una simpleza enorme, y se basarÃa en un refuerzo de la homogeneidad percibida para el exogrupo (la cual actualmente es considerada como un rasgo común en quienes tienen ideas de tipo xenófobo o supremacista).
3. Principio de la transposición
En el momento en que se fuera objeto de una acusación ineludible, serÃa necesario señalar al otro por exactamente el mismo "error" que ha hallado en nuestra manera de proceder. En PolÃtica puede observarse cuando trascienden casos de malversación o apropiación indebida hasta la opinión pública, los cuales motivan un cruce de reproches en los que se ensalza que: "pues tú también lo hiciste, e incluso peor que yo".
Con esta actitud se persigue generar una distracción que desvÃe la atención de la propia figura y que se ubique de nuevo en los demás, manteniendo toda sombra de sospecha fuera de nuestras inmediaciones.
4. Principio de la exageración y de la desfiguración
Este principio prevé que todo error del otro ha de ser aprovechado de forma inmediata. Para ello se procederÃa a desdibujar su relevancia y su alcance, de modo que pareciera un suceso mucho más grave o negativo (para los propios intereses) de lo que realmente es. Se buscarÃa trazar amenazas en casi cualquier acto que el enemigo llevara a cabo, incluyendo aquellos a los que solo se les pudiera atribuir importancia anecdótica o circunstancial. En este supuesto no se caricaturizarÃa a los individuos o grupos, sino a su forma de comportarse, cerrando asà el cÃrculo malicioso de la demagogia.
5. Principio de la vulgarización
Este principio propone que las propiedades de los mensajes a comunicar han de adaptarse al nivel de los individuos que van a recibirlo, y en concreto al menos inteligente de todos ellos. A través de tal proceso se eliminarÃan todos los matices complejos, y se buscarÃa difundir algo tan "simple" que cualquier ser humano podrÃa llegar a comprender. Esta forma de diseñar los anuncios de propaganda iba dirigida a la masa y no a los que la formaban, aprovechando que los grupos son más fáciles de convencer que los individuos aislados (y que también olvidan más rápido).
6. Principio de la orquestación
Las ideas que se quieren transmitir a la masa han de repetirse de forma continuada, usando distintos prismas y ángulos pero insistiendo en el mismo concepto. Es importante que todo se reduzca a lo más básico posible, de forma que sea casi imposible que se perciba un atisbo de duda o contrariedad en el contenido de lo que se transmite. Esta estrategia es básica, puesto que aumenta las ocasiones en que el mensaje está disponible, lo que incrementa el grado de credibilidad que las personas le atribuyen y su disponibilidad en la conciencia individual. Esto es, lo esencial serÃa la reiteración del discurso hasta la extenuación misma.
7. Principio de renovación
Este principio alude no al contenido, sino a las formas, y más en particular al ritmo con el que se transmite la información. El propósito serÃa generar tantas acusaciones que la vÃctima no dispusiera de margen temporal suficiente para excusarse o demostrar su falsedad, pues en el momento en que intentara liberarse de todo su lastre el discurrir del tiempo le habrÃa relegado a una situación de irrelevancia, o el público ya no tendrÃa interés en lo que tuviera que decir (dado que ya habrÃa una "noticia" nueva en la que regodearse). En definitiva, el propósito es abrumar al rival y sobresaturar al pueblo.
8. Principio de la verosimilitud
Toda información deberÃa estar sustentada por el mayor número de fuentes posible, algo que resultaba muy viable en la Alemania que este Ministro nazi de Propaganda proyectó (puesto que habÃa prohibido cualquier medio que no comulgara con las ideas de su partido). En el mismo principio se contemplaba también la posibilidad de "camuflar" mentiras dentro de una noticia objetivamente cierta, haciendo que estas fueran más fácilmente digeribles para el público diana. La selección interesada de qué detalles reseñar y cuáles omitir/ocultar (lo que se conoce como "fragmentación"), es esencial para esta ley de la manipulación.
9. Principio de la silenciación
Este principio tiene el objetivo de acallar todas las noticias positivas sobre los rivales, usando los medios de comunicación afines a la causa. También se buscarÃa omitir noticias adversas sobre uno mismo o que desalentaran el ánimo de la población que se pretende manipular. El fin serÃa sesgar la información de que podrÃan disponer, e incluso reservar noticias negativas o falsas para el momento en que surjan logros del adversario, contrarrestando sus efectos en el oyente. Para este principio, lo fundamental es el tempo y la tergiversación.
10. Principio de la transfusión
A través de este principio se pretenderÃa hacer uso de la historia de una nación, e incluso de sus mitos populares, para conectarlos de una manera directa con el contrincante a derrocar a través de analogÃas y equiparaciones. El fin es aprovechar un odio preexistente, cuya raÃz se hunde en el acervo cultural y social común, para vertirlo de forma directa sobre quienes se oponen a un régimen. De esta manera ambos se desarrollarÃan a partir de la misma premisa, y el argumento con el que se pretende atacar aludirÃa a afectos atávicos transmitidos de una generación a otra.
11. Principio de la unanimidad
La pretensión de este principio es hacer creer que las ideas que se desea difundir gozan del consenso de toda la población, de forma que quienes las acojan como propias sintonizarán con la "opinión" que quieren hacer pasar como general. Este principio aspira a aprovechar el conocido fenómeno del conformismo social, al que se atribuye una enorme capacidad para la persuasión, especialmente entre aquellos que desconfÃan de su propio criterio para guiarse a lo largo de la vida.
Referencias bibliográficas:
- Cantano, A. y López Zapico, M. (2014). Propaganda del odio: las exposiciones anticomunistas en el Tercer Reich. Historia y Comunicación Social. 19, 72-97.
- Rindisbacher, H. (2011). Goebbels's Perspective: A New Biography of the Nazi Propaganda Minister. European Legacy-toward New Paradigms,16. 535-537.