43. HAROLD SHIPMAN.
El médico británico Harold Shipman, conocido como "doctor muerte" ha aparecido colgado en su celda. Se encontraba en prisión condenado a cadena perpetua por el asesinato de quince pacientes, la mayorÃa ancianos, con inyecciones de heroÃna durante sus 23 años de carrera profesional.
Estaba considerado el mayor asesino en serie de la historia del Reino Unido. TenÃa una apariencia afable y era padre de cuatro hijos. Una investigación oficial determinó que sus vÃctimas pudieron ser hasta 215 personas. Shipman, que este miércoles hubiera cumplido 58 años, fue hallado colgado en su celda y, a pesar de los esfuerzos por reanimarlo, fue declarado muerto.
El aspecto de Harold Shipman inspiraba confianza, pues era un médico de mediana edad, de pelo blanco, barba tupida, gafas de pasta oscura y mirada tranquila. Era el mayor criminal en la historia del Reino Unido, y cumplÃa quince cadenas perpetuas por sendos asesinatos de pacientes suyos, aunque la cifra de vÃctimas podrÃa elevarse a 270.
14 de enero. En la mañana de ayer apareció ahorcado en su celda de la cárcel de Wakefield (Inglaterra) el peor criminal de la historia británica. Harold Shipman, de 57 años y padre de cuatro hijos, apodado por la prensa "Doctor Muerte", cumplÃa condena por quince asesinatos cometidos en las personas de pacientes que se confiaban a sus cuidados como médico de cabecera en el pueblo noroccidental inglés de Hyde, cerca de Manchester. Le entregaban en realidad sus últimos dÃas de vida. Estas 15 muertes sucedidas entre 1995 y 1998 son sólo las que se juzgaron en el año 2000. La magistrada del caso, Jane Smith, investiga otros 200 asesinatos cometidos por el "Doctor Muerte" a lo largo de su vida profesional en Hyde y en Todmorden (West Yorkshire). Se le podrÃan pues imputar un total de 171 mujeres y 44 hombres envenenados, sin descartar otros posibles 45 fallecimientos pendientes de ulterior examen. El procedimiento siempre era el mismo. Shipman localizaba vÃctimas preferentemente ancianas y solitarias, y con su barba cana y aires de indefenso intelectual se ganaba su confianza como doctor amable, hogareño y cariñoso que se preocupaba por su salud. En su propia clÃnica les administraba una dosis elevada y letal de morfina y asistÃa al espectáculo cruel de los cinco minutos que tardaba en producirse su desgarrador fallecimiento. Luego falsificaba los informes certificando la defunción por causas naturales. Se quedó con 386.000 libras de una de sus vÃctimas, si bien ése no era el móvil. El "Doctor Muerte" asistÃa a más de tres mil pacientes y su posición económica era desahogada.
Nunca llegó a confesar sus delitos, asà que nunca podrá saberse qué le llevó a cometerlos. Su ex compañero y forense John Pollar afirma que, en su opinión, "simplemente disfrutaba contemplando el proceso de morir y gozaba con el sentimiento de control sobre la vida y la muerte".
Las autoridades penitenciarias británicas abrirán una investigación y no han confirmado todavÃa que se haya tratado de un suicidio. Estuvo vigilado preventivamente durante su estancia en las cárceles de Manchester y Frankland. Pero no en la actual de Wakefield, adonde llegó en junio, pues en palabras de su portavoz, "no habÃa mostrado, en absoluto, tendencias suicidas. Se portaba con toda normalidad... No habÃa ningún indicio de que esto fuese a suceder y él no habÃa dado motivos para preocuparse".
En 1976 se le condenó por hurtar fármacos que utilizaba como drogas. Entonces sà confesó su adicción, y que le producÃan un estado "deprimido y confuso". Durante los últimos meses su mal comportamiento habÃa obligado a las autoridades a cambiar su status y quitarle algunos privilegios: ya no disponÃa de televisor en la celda, y debÃa llevar uniforme penitenciario.
A lo largo del juicio la prensa pudo hacerse con algunas cartas personales de Shipman, y en ellas revelaba una acusada dependencia psicológica de su mujer, cierta tendencia hacia la autocompasión y se mofaba de los familiares de sus vÃctimas. Éstas no han lamentado en absoluto su desaparición, pero sà quedarse para siempre sin el magro consuelo de un porqué.
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