18. DANIEL Y MANUELA RUDA.
“Estábamos sentados en el sofá y de pronto, Daniel se puso de pie. Golpeo con el Martillo a Frank. Mi cuchillo brillaba y escuche una voz que decÃa: “Apuñálale en el corazón”. Entonces se lo clave. Vi una luz a su alrededor. Era su alma, que habÃa salido del cuerpo. En ese momento recitamos una letanÃa satánica”.
Este escalofriante testimonio fue presentado con total sinceridad, por Manuela Ruda, una joven alemana de 23 años, durante el juicio en el que ella y su marido eran juzgados por el brutal asesinato de su amigo Frank Hackert. A medida que avanzaba su declaración, Manuela iba desgranando todos los detalles de la cruel inmolación. Los hechos se remontan al 6 de julio de 2001, aquel dÃa los Ruda atrajeron al joven Hacker, antiguo compañero de trabajo de Daniel, hasta su apartamento, en la pequeña localidad de Witten, al oeste de Alemania. Una vez allà y sin previo aviso, Daniel golpeó con un martillo a su vÃctima, mientras Manuela se ensañaba con él, asestándole 66 puñaladas. Cuando Hackert murió, le grabaron en el pecho un pentagrama invertido: el sÃmbolo del Diablo.
Después recogieron su sangre en un recipiente y la bebieron. Para completar su orgÃa sacrificial, los asesinos hicieron el amor dentro de un ataúd que Manuela utilizaba para dormir durante el dÃa.
Tres dÃas después de cometer el crimen, la policÃa entraba en el apartamento, descubriendo el cadáver de Hackert y su sangre esparcida por las paredes. La madre de Manuela habÃa recibido una carta de su hija en la que decÃa: “No soy de este mundo. Debo liberar mi alma de la carne mortal”. Temiendo que su hija hubiera hecho algo terrible, decidió avisar a la fuerza de seguridad.
La escena era horrorosa. Además del cuerpo sin vida de Hackert, los agentes pudieron contemplar la peculiar decoración de la vivienda: imitaciones de cráneos humanos, cuchillos y machetes colgados en las paredes y una colección de objetos de culto satánico. Y algo más: una macabra lista en la cual figuraba 15 posibles vÃctimas. Se inicio una búsqueda por todo el paÃs que concluyó tres dÃas después, cuando la pareja fue detenida en la ciudad de Jena. Durante el juicio, celebrado a comienzos de 2002, los acusados reconocieron haber asesinado a su amigo, aunque negaron cualquier responsabilidad, ya que, según declaró Manuela, sólo habÃan seguido ordenes de Satán: “No fue un asesinato, sino una ejecución. Satán nos lo ordenó. DebÃamos obedecer, TenÃamos que matar. No podrÃamos ir al infierno a menos que lo hiciéramos”. Y añadió frÃamente: “QuerÃamos asegurarnos de que la vÃctima sufriera”. El veredicto del tribunal fue más suave de lo que exigÃa la familia de Hackert: Manuela fue sentenciada a trece años de prisión y su marido recibió una condena de quince. El juez Arnjo Kersting-Tombroke resolvió que antes de ingresar en una prisión convencional ambos deberÃan recibir tratamiento psiquiátrico.
El diagnostico de los médicos libraron a los esposos de una condena mucho mayor, ya que según dictaminaron, “su responsabilidad estaba notablemente disminuida”, los definieron como “individuos profundamente perturbados”. A lo largo del juicio surgieron numerosos datos que apoyaban el carácter ritual del crimen. Los asesinos se habÃan casado el 6 de junio (el 6 del sexto mes), y llevaron a cabo su sacrificio el 6 de julio. Estas fechas configuran una conocida cifra: 666, el número de la bestia en el Apocalipsis de San Juan.
Daniel y Manuela aparecieron durante el juicio con una estética siniestra: ropas negras, botas militares, cruces invertidas y peinados llamativos. La propia joven explicó que se habÃa iniciado en el satanismo en el ambiente metalero del Reino Unido.
Allà frecuento locales de este tipo, e incluso llego a realizar prácticas de vampirismo. Ante la atenta mirada de los presentes, Manuela Ruda reconoció haber bebido sangre de voluntarios que habÃa conocido por Internet y que junto a un grupo de personas con gustos similares, habÃa frecuentado cementerios. Incluso relato como se habÃa hecho enterrar en una sepultura “para saber que se sentÃa “.
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