Texmelucan:
la ciudad que nunca duerme
Texmelucan vive del comercio, gobernarla exige
dialogo, carácter y sentido común.
Ya lo hemos escrito en este espacio: lo que caracteriza al
municipio de Texmelucan es su vocación comercial. Tenemos el tianguis más
grande de Latinoamérica y el mercado más importante de la región, nuestro
Domingo Arenas, del cual escribimos la semana pasada. A esto hay que sumar los
muchos negocios fundados por Texmeluquenses que no son pocos y que hoy tienen
presencia estatal e incluso nacional.
Es de presumirse que la CANACO Texmelucan cuente ya con mil
afiliados, según me comenta el presidente de ese organismo en San Martín, mi
amigo Sabas López Rico. Después de Puebla capital, es la delegación con mayor
número de comerciantes en el estado.
El comercio en San Martín se ha dado desde hace siglos. Fue punto
de encuentro de distintos pueblos prehispánicos y hoy es la puerta de entrada
de la Ciudad de México al estado de Puebla. Su colindancia con Tlaxcala, el
estar al pie de la carretera más transitada del país —la México-Puebla— y justo
en el cruce con el Arco Norte, la convierten de manera natural en un lugar
ideal para hacer negocios.
Sin embargo, esta ubicación privilegiada, además de beneficios,
también ha generado problemáticas, principalmente en materia de inseguridad. Un
territorio tan vasto, el desarrollo urbano desordenado de años y la falta de
recursos derivada de una deficiente recaudación municipal lo vuelven vulnerable
a las manos de los malos. En cualquier ciudad —no solo de México, sino de
América Latina— la seguridad es una asignatura pendiente; pero hay municipios
como San Martín que, por su vocación comercial, ubicación e infraestructura, se
convierten en verdaderos focos rojos para cualquier gobierno. A final de
cuentas, ¿a dónde irá a robar alguien si no es donde hay recursos?
Han pasado gobiernos azules, rojos, guindas y de todos los
colores. Se han implementado múltiples estrategias: algunas con resultados
positivos y de otras mejor no hablar. Han existido planes, pero también muchas
ocurrencias. De unos y otros, no se ha logrado explotar todo el potencial que
San Martín tiene.
Texmelucan es una ciudad a la que no se le puede gobernar con
recetas importadas de otras ciudades, incluso del mismo estado de Puebla. Ya se
ha intentado; lo he visto. La fórmula la hemos comentado en este espacio y no
es otra que el diálogo. Un diálogo permanente con los factores reales de poder.
Se necesita más que títulos universitarios para gobernar Texmelucan. Claro que
se requiere una sólida preparación en administración pública, pero también
sentido común y, sobre todo, carácter para poner orden, para alinear los
intereses de unos cuantos —que son muchos— al bienestar de la mayoría.
A veces a los políticos se les olvida escuchar al pueblo. Algunos
me preguntarán: ¿y dónde está el pueblo? Mi recomendación puede sonar simplona,
pero es efectiva: está platicando con los boleros, comiendo en el mercado,
hablando con los líderes del comercio formal, pero también con las agrupaciones
del tianguis o de los comerciantes de la vía pública. Está incluso tomando café
con los párrocos de la Iglesia católica —la mayoritaria— o con los pastores de
las distintas denominaciones cristianas que existen en el territorio.
Apunte al aire
Diálogo y mucho sentido común: así resumiría los primeros 365 días
del gobernador Alejandro Armenta. Ha sacudido al establishment. Se construye
sin destruir. Se corrigen grandes errores que eran una verdadera grosería para
los poblanos —el Museo Barroco, el CIS, Cola de Lagarto— y aún falta. Muchos
decían: “robaban, pero hacían”. El gobernador, con esta cruzada “anti-milpa”,
nos quiere demostrar que se puede hacer sin robar y, además, eficientando el
presupuesto.

