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Una ley necesaria: Puebla responde al caos digital con orden jurídico

  


Una ley necesaria: Puebla responde al caos digital con orden jurídico

Por Rodolfo Herrera Charolet
(Investigación Especial)

En una época donde la violencia ha migrado del callejón al celular, del insulto callejero al acoso en redes, Puebla decidió no mirar hacia otro lado. La Ley de Ciberseguridad, aprobada por el Congreso local y respaldada por el gobernador Alejandro Armenta Mier, no es censura, es responsabilidad institucional, una respuesta firme a la urgencia social de proteger la integridad emocional y física de los ciudadanos frente a los excesos digitales.

Los detractores que acusan a esta ley de ambigua o peligrosa parecen haber olvidado —o ignorado voluntariamente— que el daño emocional puede ser tan devastador como una agresión física, y que el Estado está obligado a legislar para prevenir, no sólo para castigar. En ese sentido, la reforma al artículo 480 del Código Penal del Estado no criminaliza la crítica, sino el hostigamiento reiterado y doloso, el acoso que empuja a menores al suicidio, a mujeres al silencio y a miles de usuarios a la indefensión digital.

Una ley que responde a una realidad brutal

No se legisla en el vacío. La encuesta presentada por RubrumInfo, con una muestra representativa de 2,000 personas en todo el estado, revela que más del 41% de los poblanos ha sido víctima de agresiones digitales. Y lo más revelador: el 60.7% considera positiva la Ley de Ciberseguridad. ¿Cómo desestimar esas voces? ¿Cómo descalificar el sentimiento colectivo de vulnerabilidad frente a un entorno virtual cada vez más hostil?

La narrativa del “Estado censurador” es cómoda para quienes viven del escándalo, pero resulta vacía frente al drama real de niños expuestos a grooming, mujeres acosadas por mensajes anónimos y adultos mayores estafados desde perfiles falsos. ¿Quién defiende a los indefensos del ciberespacio? El Congreso de Puebla lo hizo, con una mayoría responsable que votó a favor de esta ley como un acto de justicia digital, no como herramienta de represión.

Diputados valientes en tiempos de linchamiento mediático

No fue una decisión popular en medios, pero sí una decisión ética. La diputada Laura Artemisa García, presidenta del Congreso, lo dijo sin rodeos: “No podíamos seguir legislando con códigos del siglo XX en un mundo digital del siglo XXI”. Y tenía razón. Los diputados que votaron a favor de la ley lo hicieron con pleno conocimiento de su deber constitucional: proteger a los ciudadanos, aunque eso implique asumir el costo político de enfrentar a la desinformación y la posverdad.

No hubo fast track. Hubo urgencia. No hubo imposición. Hubo consulta. Porque sí se escuchó a la sociedad, como lo muestra la encuesta. Y sí se cuidaron los términos legales, siguiendo la guía de tratados internacionales como el Convenio de Budapest sobre Ciberdelincuencia.

Ciberacoso no es libertad de expresión

Llamar “ley mordaza” a una norma que busca castigar la violencia digital reiterada es tan absurdo como decir que el Código Penal censura por sancionar el robo o la extorsión. En realidad, esta ley no castiga una crítica o un meme, castiga la persecución, la injuria sistemática, el insulto reiterado con intención de dañar.

El derecho a la libre expresión no es el derecho al agravio. Y el Estado —como garante de derechos— tiene la obligación de marcar la diferencia. Lo que esta ley propone es simple: acceso a un espacio digital donde la crítica conviva con el respeto, y la opinión no se convierta en agresión.

Epílogo: responsabilidad y justicia, no censura

En Puebla, los insultos por redes ya no serán invisibles. Las amenazas por mensaje privado ya no serán “cosas del internet”. La Ley de Ciberseguridad pone fin a la impunidad digital, al tiempo que manda un mensaje claro: el respeto también se exige en línea.

Alejandro Armenta y los diputados que respaldaron esta ley no solo defendieron un documento legislativo. Defendieron a las víctimas anónimas del ciberacoso, a los padres que lloran en silencio a sus hijos que sufren bullying digital, a las mujeres que bloquean decenas de cuentas para sentirse seguras. Esa es la verdad que se esconde detrás del ruido.

Y como suele ocurrir, los que más gritan censura, son los que menos conocen los límites entre la libertad y el libertinaje.