Fiesta en la Casa Colorada: Eliseo Morales privatiza el patrimonio para celebrar su cumpleaƱos
La Casa Colorada, inmueble del siglo XVII considerado emblema insurgente y pieza clave del patrimonio histórico de Izúcar de Matamoros, fue convertida en salón de fiestas para celebrar el cumpleaños del presidente municipal Eliseo Morales Rosales. Entre pastel, banda musical y arreglos florales, el recinto que alguna vez alojó a Mariano Matamoros y sirvió como cuartel de los primeros ejércitos insurgentes, fue cerrado al público y resignificado como sede del festejo personal del edil.
La escena —capturada por testigos y difundida en redes sociales— mostró al presidente municipal en su mesa de honor, escoltado por funcionarios locales y personal de confianza, mientras mĆŗsicos amenizaban la celebración. En lugar de ciudadanos con acceso a la memoria histórica, se vio a invitados con copas en la mano y confeti en el suelo. El recinto, rehabilitado tras los daƱos sufridos en el sismo de 2017 con recursos pĆŗblicos, fue reinaugurado como museo y sede del Ayuntamiento en 2022. Pero esta semana, su carĆ”cter simbólico fue eclipsado por una pachanga institucionalizada.
No fue una celebración cĆvica. No fue un acto oficial. Fue un cumpleaƱos, celebrado en un edificio que representa la resistencia de un pueblo, convertido ahora en salón de eventos para fines personales. En voz baja, empleados municipales reconocieron que se ordenó el cierre temporal del museo “por seguridad y logĆstica del festejo”.
El gesto no es menor. Morales Rosales, originario de Tilapa —municipio donde ya ocupó la presidencia— ha sido seƱalado por amplios sectores de la población izucarense por su escaso compromiso con la historia local, su dĆ©bil arraigo comunitario y un estilo de gobierno que privilegia el beneficio propio sobre la institucionalidad. Esta fiesta refuerza esa percepción: la Casa Colorada, sĆmbolo de la lucha insurgente y de la historia compartida, fue apropiada temporalmente como si fuera una extensión del ego polĆtico.
En una región donde la memoria histórica suele ser relegada a discursos escolares y placas oxidadas, convertir un museo en salón de fiestas es mÔs que una anécdota incómoda: es un signo del tiempo. Un tiempo en que los espacios públicos son privatizados a la menor provocación, en que el poder se ejerce sin pudor simbólico, y en que los gobernantes, como Morales, confunden el gobierno con la fiesta.
Apenas unos aƱos atrƔs, en este mismo recinto, se realizaron ceremonias conmemorativas para recordar la gesta de Matamoros. Hoy, en lugar de banderas insurgentes, hubo globos metƔlicos y mariachis. Si algo queda claro, es que para Eliseo Morales, la historia no es un legado que se honra, sino un escenario que se adorna para las fotos.