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En defensa de la iniciativa: una ley de arbolado basada en ciencia, no en slogans

 


En defensa de la iniciativa: una ley de arbolado basada en ciencia, no en slogans

Frente a las descalificaciones superficiales de algunos activistas y organizaciones como el  Instituto para la Gestión, Administración y Vinculación Municipal “IGAVIM” (Observatorio Ciudadano), es importante distinguir entre el debate técnico y la opinión ideológica. La reforma a la Ley de Arbolado promovida por el diputado de Morena, Andrés Villegas Mendoza, no representa un atentado contra el medio ambiente, como se ha querido hacer ver, sino una medida respaldada por conocimiento científico y criterios técnicos claros.

La propuesta no se trata de una “acción cosmética”, como de manera simplista han calificado ciertos grupos. En realidad, está avalada por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Comité de Sanidad Vegetal del Estado de Puebla, instituciones que no actúan bajo criterios políticos, sino con base en la evidencia científica. Ellos han confirmado que el encalado de árboles —cuando es aplicado con criterios técnicos adecuados— ayuda a prevenir plagas, reflejar luz solar excesiva y proteger los troncos de enfermedades, especialmente en zonas con altos niveles de radiación.

Es precisamente ese enfoque técnico el que la iniciativa promueve: no un encalado masivo o indiscriminado, sino un procedimiento sujeto a evaluación, diagnóstico ambiental y necesidades concretas, a través de dictámenes emitidos por la Secretaría de Medio Ambiente. La participación municipal que plantea la reforma busca acercar la gestión del arbolado a las realidades locales, no alejarla del control ni favorecer ocurrencias.

Más que una imposición vertical, la propuesta se alinea con una visión de corresponsabilidad, descentralización y eficiencia. Descalificarla como una estrategia política sin ofrecer alternativas ni reconocer el aval técnico que la sustenta es caer en una falacia ad populum, una apelación emocional al prejuicio ciudadano sin aportar rigor.

Es legítimo que existan preocupaciones sobre el medio ambiente, pero esas preocupaciones deben discutirse con fundamentos. Reducir el debate a una consigna —"el encalado mata árboles"— sin ofrecer pruebas concluyentes o sin diferenciar entre técnicas mal aplicadas y prácticas avaladas por especialistas, sólo empobrece la discusión pública.

En un momento en que Puebla enfrenta desafíos reales como el cambio climático, la urbanización desordenada y la pérdida de áreas verdes, necesitamos legislaciones inteligentes, no discursos dogmáticos. Los diputados que han respaldado esta reforma no lo hacen a ciegas ni por cálculo político, sino por la convicción de que la gestión del arbolado urbano debe profesionalizarse, y para ello se requiere no solo pasión, sino ciencia.