La clave está en los partidos políticos.
Frente a la renovación de las dirigencias partidistas, el Partido Acción Nacional (PAN) es actualmente el único que eligió a sus autoridades intrapartidistas a través de procedimientos abiertos a su militancia. Sin embargo, dichos procesos son percibidos como simulados, tramposos y en connivencia con los responsables de la derrota estrepitosa de la oposición en México: Marko Cortés y Alito Moreno.
Durante la transición democrática en México, los partidos de oposición crearon procedimientos estatutarios para integrar a sus militantes en la toma de decisiones de sus dirigencias. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) comenzó su crisis debido a la pugna entre sus corrientes internas y la corrupción de estos métodos. Por su parte, el PAN consolidó una tradición más ordenada por su enfoque como partido de cuadros, que fue viciada por Felipe Calderón Hinojosa y que, desde entonces, ha quedado atrapada en una burocracia que ha actuado como oposición leal al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y, actualmente, con Morena como principal fuerza articuladora de la oposición.
De acuerdo con los datos preliminares presentados por Ana Teresa Aranda, presidenta de la Comisión Organizadora Nacional de la Elección del Comité Ejecutivo Nacional (CONECEN), Jorge Romero Herrera obtuvo la victoria con más del 80% de los votos. Sin embargo, la participación fue simbólica y opaca, ya que votó aproximadamente el 43% de los cerca de 300 mil militantes del PAN.
Este procedimiento, que debería ser motivo de celebración e incluso de incentivo, resulta una farsa para la militancia del PAN, ya que en lugar de seguir la ruta de la concertación con el PRI debería iniciar una refundación interna. Esto le permitiría replantearse ante la sociedad como un partido capaz de proponer un proyecto alternativo al neoliberalismo y al humanismo mexicano, ya que su identidad como oposición se percibe como una defensa de privilegios o de un sistema económico que ha demostrado su fracaso a nivel global. Mi interés no radica en la rearticulación de la oposición por motivos personales, sino porque solo desde los partidos políticos se puede generar una mayor y mejor competitividad para la democracia.
En ese contexto, un estudio titulado "Interacting as Equals", realizado por Joshua D. Greene y colaboradores de la Universidad de Harvard, analiza cómo el contacto entre individuos con simpatías políticas opuestas, bajo condiciones de igualdad de estatus, puede fomentar la tolerancia y reducir la polarización afectiva. Las interacciones entre militantes del mismo y de distintos partidos pueden elevar los niveles de tolerancia necesarios para crear consensos amplios sobre política intrapartidista y sobre todo el ámbito gubernamental. Solo así se podrá construir una participación democrática genuina y una renovación efectiva de los liderazgos partidistas.
@IsaacPalestinaD