Bobby era el terrier de un policÃa de la ciudad de Edimburgo llamado John Gray. Ambos estaban siempre juntos y ya era famosa en la zona la cantidad de trucos que Bobby sabÃa realizar. Desafortunadamente, un 15 de Febrero de 1858, Gray muere de una tuberculosis repentina. Durante el funeral Bobby permanecerÃa siempre presente, y seguirÃa al cortejo hasta el cementerio de Greyfriars Kirkyard. Lugar donde descansarÃan los restos de John y donde además, en un acto de fidelidad extrema, Bobby pasarÃa el resto de los 14 años que le quedaban de vida montando guardia sobre la tumba de su fallecido amo. En un principio todos pensaban que Bobby permanecerÃa solamente unos dÃas sobre la tumba y que luego el hambre o el aburrimiento lo alejarÃan. No obstante, comenzarÃan a pasar los años e incluso los crudos inviernos de Escocia y Bobby permanecerÃa fiel en su guardia. Solo se retiraba de vez en cuando para beber y conseguir comida, o cuando la nieve le impedÃa permanecer en el lugar. Con los años Bobby se fue transformando en una leyenda local y personas que admiraban su fidelidad comenzaron a alimentarlo y a suministrarle un refugio en el invierno. A tal punto creció esta fama que en 1867 el mismo Lord Provost de Edimburgo, Sir William Chambers, intervendrÃa personalmente para salvar a Bobby de la perrera y además, para evitar futuros accidentes de este tipo, declararÃa al fiel can como propiedad del Consejo de la Ciudad. Bobby morirÃa sobre la tumba de su amo en 1872, y al no poder ser enterrado en el cementerio la gente del lugar se reunirÃa para construirle una fuente con una estatua en su honor no muy lejos del cementerio. Estatua que, no curiosamente, fue construida mirando hacia la tumba de John Gray.