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Rusia ofrece gas a México

Rusia ofrece gas a México: el ajedrez energético en la era Trump

Por José Herrera
Con el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y su política de presión económica sobre socios comerciales, México vuelve a buscar alternativas para asegurar su suministro energético. En este nuevo tablero, el Kremlin ha movido ficha: Rusia está lista para vender Gas Natural Licuado (GNL) al país y compartir tecnología energética, en un gesto que desborda lo comercial para instalarse de lleno en el terreno de la geopolítica.

La oferta fue anunciada por el ministro ruso de Energía, Serguéi Tsiviliov, y difundida por la Embajada de Rusia en México, justo cuando crecen las tensiones por la dependencia del gas estadounidense —que representa alrededor del 70% del consumo nacional— y ante el riesgo de encarecimientos o restricciones unilaterales impulsadas por el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

“Ya estamos trabajando con México”, declaró Tsiviliov, quien también ofreció tecnologías rusas para extracción en condiciones geológicas difíciles, procesos más eficientes de refinación petrolera y generación eléctrica en zonas remotas. Una propuesta que, en cualquier otra coyuntura, habría pasado desapercibida, pero que hoy resuena en el centro de las definiciones estratégicas del país.

Dependencia y vulnerabilidad: la herida abierta del gas

México importa aproximadamente 5,500 millones de pies cúbicos diarios de gas natural, en su mayoría desde Texas. La reforma energética de 2013 no logró consolidar una independencia real en el sector, y los proyectos de infraestructura impulsados por la administración de López Obrador —como la rehabilitación de refinerías y las plantas de ciclo combinado— no resolvieron el talón de Aquiles: la falta de soberanía en el gas.

La llegada de Trump, que ya anunció medidas para reducir la exportación energética a países que considera “competidores o desleales”, vuelve a poner al país en una situación de alta exposición. Y es en ese vacío donde Moscú ha detectado oportunidad.

La oferta rusa no es sólo gas: es una puerta abierta a un modelo energético alternativo, en contrapeso al dominio estadounidense. Pero también implica riesgos geopolíticos considerables: alinearse con Rusia en plena guerra con Ucrania y bajo sanciones internacionales podría tensar la relación con Washington y generar incertidumbre para inversionistas y operadores del sector.

¿GNL ruso en puertos mexicanos?

Para que el GNL ruso pueda llegar a México se requeriría infraestructura portuaria y de regasificación, actualmente limitada. Sólo existen dos terminales de recepción en operación: en Altamira (Tamaulipas) y en Manzanillo (Colima), ambas diseñadas para recibir cargamentos spot. A ello se suma la necesidad de contratos a largo plazo y transportes especializados —buques metaneros— que actualmente tienen rutas preferenciales en Europa y Asia.

Rusia, sin embargo, ha incrementado su producción de GNL a través de proyectos como Yamal LNG y Arctic LNG 2, buscando nuevos clientes tras los bloqueos europeos. En ese sentido, Latinoamérica representa un mercado en expansión. Venezuela, Nicaragua y Cuba ya han mostrado señales de alineación energética. México, por su peso económico y su ubicación estratégica, sería una joya para el Kremlin.

Trump, presión y oportunismo

El ofrecimiento ruso llega en el momento exacto en que Trump amenaza con elevar los precios del gas natural exportado a México, usando como justificación la “seguridad energética estadounidense”. Las advertencias ya fueron recogidas por calificadoras como Fitch Ratings, que anticipan impactos inflacionarios y riesgos para la industria eléctrica nacional.

El gobierno mexicano, que durante el sexenio anterior apostó por la “autosuficiencia energética” bajo un modelo estatista, no consiguió revertir la dependencia. Hoy, ni Pemex ni CFE pueden operar sin gas texano. En ese sentido, el coqueteo con Rusia puede interpretarse como un mensaje político, una jugada de presión o una exploración real de alternativas ante un panorama volátil.

Geopolítica del gas: ¿realismo o provocación?

La respuesta estadounidense a este tipo de acercamientos no se ha hecho esperar en otros países: sanciones, bloqueos financieros, cancelación de licencias tecnológicas o presión comercial. Si México profundiza el diálogo energético con Rusia, es previsible una escalada diplomática, especialmente en un contexto donde Washington busca aislar aún más al gobierno de Vladimir Putin.

Por otro lado, aceptar ayuda tecnológica rusa —en exploración, refinación o distribución eléctrica— podría comprometer alianzas estratégicas con Europa o Canadá. El juego es complejo, y la apuesta por diversificar proveedores no es gratuita.

Gas, soberanía y soberbia

La dependencia energética no es sólo una debilidad técnica; es una vulnerabilidad política. La posibilidad de que México quede atrapado entre la presión de su principal socio comercial y el ofrecimiento de una potencia sancionada y en guerra exhibe la fragilidad de la política energética nacional.

¿Es viable el GNL ruso como solución estructural? En el corto plazo, no. Pero como carta en el ajedrez diplomático, es poderosa. Y como advertencia sobre el costo de no haber planificado una soberanía energética real, es brutal.

Rusia lanza el anzuelo. México, una vez más, está entre las brasas.