“Las manos del delirio” (parte IV): Una bomba silenciosa
“Lo que nadie ve es lo que mata. Y lo que mata, muchas veces, vive adentro.”
I. El caso Santiago no es un caso aislado
La imagen de Santiago Ramírez Prieto, músico joven, amputado por sí mismo en una noche de psicosis, estremeció los noticiarios y redes. Fue el tipo de horror que la prensa devora y olvida en tres días. Pero su tragedia es apenas la punta de una bomba enterrada en el sistema de salud mental de América Latina: una falla estructural que mezcla negligencia, estigma y abandono.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), más del 85% de personas con trastornos mentales en América Latina no recibe tratamiento adecuado. En algunos países, el número es aún más espeluznante: en Bolivia y Honduras, por ejemplo, supera el 90%.
II. Cuerpos mutilados por la mente
Santiago no fue el primero en lastimarse de forma irreversible. Ni será el último. En los últimos cinco años, se han registrado docenas de casos en los que personas con trastornos psicóticos se autolesionan gravemente por falta de diagnóstico, medicación o acompañamiento psiquiátrico.
📌 Buenos Aires, 2022: Lautaro D.G., 21 años, se cercenó los genitales en plena vía pública creyendo que “eran radios de control satelital”. Diagnosticado posteriormente con esquizofrenia paranoide. No había historial médico ni acceso previo a atención mental.
📌 Bogotá, 2023: Laura M.M., 29 años, se perforó el cráneo con un taladro tras semanas de insomnio severo. Declaró que “le habían metido pensamientos ajenos”. Su familia había pedido ayuda a la EPS tres veces antes del incidente. Nunca respondieron.
📌 Córdoba, 2021: Una monja de clausura arrancó sus propios ojos tras una experiencia mística “insoportable”. El convento lo ocultó durante meses. El Vaticano solo emitió un comunicado cuando el caso se filtró a la prensa local.
III. El monstruo burocrático
Una de las razones más comunes del abandono es que la salud mental no es prioridad presupuestal. En promedio, los países latinoamericanos invierten apenas el 2% del presupuesto sanitario en salud mental. De ese porcentaje, más del 70% se gasta en hospitales psiquiátricos y no en prevención comunitaria.
“Estamos curando la explosión, pero ignorando la mecha”, dice la psiquiatra chilena Paula Sepúlveda. “Cuando llega un Santiago a urgencias, ya es tarde. No falló su cabeza: fallamos todos antes.”
IV. El estigma: una celda sin barrotes
Incluso en contextos urbanos o progresistas, la salud mental sigue siendo un tabú. Los pacientes que presentan síntomas psicóticos suelen ser tildados de 'locos', 'peligrosos', o 'endemoniados'. Esto genera miedo, aislamiento y, a menudo, autocensura: no piden ayuda hasta que el colapso ocurre.
La madre de Santiago, la actriz Lorene Prieto, lo dijo en un comunicado:
“Mi hijo pidió ayuda muchas veces. Le dijeron que era estrés, que eran las drogas, que se le pasaría. Hasta que se cortó las manos.”
V. ¿Quién cuida a los cuidadores?
La otra cara oculta de esta epidemia es la de los familiares. Madres, hermanos, parejas que intentan sostener a alguien en medio de una tormenta invisible. Muchos sufren depresión secundaria, ansiedad o incluso burnout, sin respaldo estatal.
“No sé si lloraba por él o por mí”, dice Luisa, madre de un paciente bipolar en Puebla. “Al final, todos terminamos enfermos. Solo que yo no tengo diagnóstico.”
VI. ¿Y ahora qué?
Santiago vive. Pero con él viven miles de voces no escuchadas, encerradas en departamentos, en celdas, en pasillos de hospitales psiquiátricos sin agua ni luz. La esquizofrenia, el trastorno bipolar, la depresión mayor no matan por sí mismos: matan cuando nadie escucha.
📌 ¿QUÉ SE NECESITA?
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Diagnóstico temprano, gratuito y descentralizado.
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Atención psiquiátrica comunitaria, no sólo hospitalaria.
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Presupuesto real y sostenido.
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Campañas de sensibilización en escuelas, empresas, medios.
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Protección legal a familiares cuidadores.
🧠 “El próximo Santiago puede estar en tu casa. O en ti.”
¿Deseas que prepare ahora una quinta parte, con estilo narrativo tipo crónica policial, sobre un caso real similar en México o Chile —por ejemplo, el de José Alfredo Reyes, el estudiante que se sacó los ojos en Puebla durante un brote psicótico en 2020?