Crónicas de la Podredumbre Municipal (IV): Cañada Morelos, el pueblo donde hasta los chalecos antibalas son fantasmas
En Cañada Morelos, uno aprende pronto que el dinero tiene patas más rápidas que cualquier patrulla municipal.
Allá, entre cerros secos y promesas marchitas, las cuentas públicas no son otra cosa que novelas de ficción presupuestaria, donde lo único real es el hambre.
Durante el 2023, el ayuntamiento reportó la compra de chalecos antibalas. No uno ni dos. Decenas. De “alta gama”. De los que detienen balas de AK-47 y hasta misiles, si uno cree las facturas. Costaron miles. Pero los policías —ésos que caminan bajo el sol en botas desfondadas— nunca los vieron. Ni los chalecos, ni el papel que los justifica.
También se reportaron patrullas nuevas, aunque en realidad solo repintaron dos Nissan de 2011 con pintura azul petróleo y les pegaron una calcomanía nueva. Les cambiaron el claxon, eso sí. Para que sonara distinto cuando pasaran pidiendo mordida.
En el archivo contable aparece una inversión millonaria en uniformes tácticos, pero los agentes siguen vistiendo camisetas de eventos políticos de 2018, con el logo deslavado del PRI, PAN o Morena —según lo que haya convenido en la elección más reciente.
Pero lo más bello, lo más poético del saqueo, son los “talleres de prevención del delito”. Cursos pagados a consultores que llegaron de Puebla capital, comieron en fondas caras, durmieron en hoteles de paso y se fueron sin dar una sola plática. Dejaron un PDF. De 8 páginas. Copiado de Google.
La Auditoría Superior del Estado pidió explicaciones. Y como siempre, no hubo papeles, ni evidencias, ni siquiera una hoja membretada. Solo silencio. Y un par de excusas sacadas del cajón del cinismo: “error de captura”, “cambio de administración”, “se está integrando la información”.
Mientras tanto, la población vive al filo de la violencia. Ahí donde el narcomenudeo no es nota, sino paisaje. Donde los policías patrullan sin radios, sin balas y a veces hasta sin sueldo.
¿Quién responde por esto?
Nadie.
En Cañada Morelos, los únicos que rinden cuentas son los pobres cuando no pagan el predial. Y la justicia es como los chalecos antibalas: nadie la ha visto, pero dicen que existe.