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Mundo prehispánico


El Día de los Muertos se festeja en México y algunos otros países latinoamericanos los días 1 y 2 de noviembre de cada año. Su origen se remonta a las prácticas y creencias de las culturas prehispánicas, aunque hoy en día incorporan elementos también del cristianismo y hasta toques modernos. 

Según la tradición, durante la fiesta de Día de Muertos las almas de los difuntos salen del lugar donde se fueron al morirse (como el Mictlán en el caso de los indígenas o el Purgatorio para los católicos) y regresan a visitar a sus descendientes y seres queridos aún vivos sobre la tierra. Los vivos arman un altar en el cual ofrecen a los muertos cosas que disfrutaron en vida como su comida favorita, bebida predilecta, cigarros y juguetes.
Lugares de destino de las almas humanas

1- Casa o cielo del sol.- Estaba destinado a los guerreros muertos en combate o capturados para el sacrificio, así como para las mujeres muertas dando a luz por primera vez, que se consideraba como un combate.

2- Tlalocan.- Conocido como el lugar de constante verano donde las plantas siempre estaban verdes, se destinaba a todos los que morían en relación con el agua.

3- Mictlán.- Era el sitio adonde iban los que morían de cualquier otra forma de muerte no asociada a la guerra y el agua.

4- Chichihualcuauhco.- Donde residían los niños muertos prematuramente, un árbol nodriza amamantaba a éstos hasta que se les destinaba volver a nacer.

Entidades Anímicas en la cultura Mexica

Tonalli.- Ubicada en la cabeza del individuo.

Teyolía.- Relacionada con el corazón, esta esencia era la que al morir y pasado algún tiempo, iba al lugar que le estaba destinado conforme a la forma de la muerte.
Ihíyotl.- Entidad anímica relacionada con el hígado.

Tlaltecuhtli.- Devoradora/paridora. Independientemente de la forma de la muerte, los individuos tenían que ser devorados por el Señor/Señora de la tierra, es decir ser comidos por ella real y simbólicamente. Poseedora de enormes dientes y colmillos, su función primordial era devorar la carne y sangre de los muertos. Una vez que el individuo era devorado por la “vagina dentada”, pasaba a la matriz, en donde ocurría un rito de paso por medio del cual la esencia del individuo muerto sería parida para que pudiera emprender el viaje hacia el destino que se le había deparado. De allí que la diosa tenga las piernas abiertas en posición de parto. Los cuerpos o sus efigies hechas de madera eran quemados, pero simbólicamente sus partes blandas y la sangre tenían que ser devorados por Tlaltecuhtli y el Sol. A este último se le destinaba el corazón del sacrificado para que se alimentara y no detuviera su andar, pues de lo contrario todo movimiento cesaría, lo que acarrearía la muerte de todo lo existente. Para llegar al sol debían de pasar 80 días, pero para convertirse en colibríes, se necesitaban cuatro años. A los cuerpos de los guerreros como al tlatoani (gobernante máximo) se les acostumbraba quemar. Una teoría de Lopez Austin dice que al convertirse en acompañantes del Sol, debían adquirir el carácter ígneo que es propio del astro, lo que se logra por medio del fuego y el humo que se eleva al cielo.
Tlalocan y el verano constante.- Al Tlalocan se le consideraba, un lugar de verano constante al que iban todos aquellos muertos en asociación con el agua: ahogados, hidrópicos, leprosos, por un rayo. Allí residía Tláloc y sus ayudantes, los tlaloques. Los cuerpos de quienes morían en asociación con el agua se colocaban con las piernas encojidas ( en posición fetal) y eran envueltos con manta y adornados con papeles para formar el bulto mortuorio. Se les colocaba semillas de bledo en la quijada y sobre el rostro, además de pintarles con color azúl en la frente, relacionado con Tláloc. En las manos se les ponía una vara y de esa manera eran enterrados para que la tierra (Tlaltecuhtli) realizará su función devoradora, y la putrefacción se presentaba de manera inminente como parte de este proceso.

El largo viaje al Mictlán.- En cuanto al teyolia que iría al Mictlán, el Templo Mayor representa su siguiente parada, ya que como centro del universo y lugar por donde se asciende a los niveles celestes o se baja hasta el inframundo, representa los dos cerros o montañas sagradas que hay que atravesar para emprender ese viaje que dura cuatro años. El Templo Mayor está formado por una dualidad vida/muerte, ya que de un lado se encuentra el adoratorio dedicado a Tláloc y del otro lado el de Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra. Sahagún menciona cómo entre los pasos que llevan al Mictlán hay que atravesar dos cerros que chocan entre sí. Los cuatro años que lleva completar el viaje de Tlaltecuhtli al inframundo es el tiempo que le toma a un cuerpo quedar en estado esquelético. Los fallecidos llevaban un perrito de pelo rojizo con un collar de fibras de algodón sin hilar para que los ayudara a pasar, nadando encima del perro, un río que estaba en el Inframundo llamado Apanohuaya, “el paso del agua”. Después de cuatro años la esencia del difunto”se sale y se va a los nueve infiernos” según dice Sahagún. En cuanto a este último número, como dice Eduardo Matos Moctezuma se relaciona con 9 detenciones menstruales para el nacimiento. Este río de agua es el antecedente del líquido amniótico derramado antes del alumbramiento, y de allí la presencia del río que el alma debe cruzar guiada por un perro xoloitzcuintle. Después del largo viaje se llega al último de los escaños del inframundo: el Mictlán. Aquí se encuentra el señor y la señora de la muerte Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, par de deidades descarnadas. Allí quedan depositados los huesos de los muertos, tal como ocurrió en otros tiempos cuando Quetzalcóatl bajó al Mictlán a buscarlos para crear al género humano.