32. PETER KÜRTEN.
El temible "vampiro de Dusseldorf" está considerado como uno de los más sanguinarios asesinos en serie de todos los tiempos por los expertos criminólogos y psicólogos que han seguido su caso de cerca.
Nació en 1883 en Colonia (Alemania) en una familia tan pobre como numerosa (era el tercero de trece hermanos), y todos habitaban bajo pésimas condiciones en un espacio muy reducido y un ambiente familiar deplorable. Su padre, en el paro, era alcohólico y de muy mal carácter, pegaba frecuentemente a su mujer e hijos.
Cuando sólo contaba con ocho años, Peter hace una primera tentativa de fuga y se escapa de casa harto de los malos tratos...
Cuando su familia se traslada a Dusseldorf en 1884, se evade de nuevo y comienza a vivir como un vagabundo, de pequeños hurtos, dando muestras a tan temprana edad de instintos criminales: disfruta estrangulando ardillas y maltratando a los perros callejeros que se cruzaban en su camino, asà como a otros animales para ver
correr su sangre, cometiendo además actos zoofÃlicos con ovejas a las que degollaba una vez alcanzado el orgasmo.
En una ocasión trata incluso de violar a una de sus hermanas más jóvenes. La primera condena la cumplirÃa en 1897 por robo, y asà muchos más actos delincuentes que lo obligan a pasar cerca de veinte años entre rejas.
En 1913 comete su primer crimen sexual: viola y degolla salvajemente a Christine Kelin, una niña de 13 años. Años más tarde, cuando él mismo contaba con cuarenta, su vida parece dar un giro y contrae matrimonio con una mujer de buena familia.
Cambia de aspecto vistiendo con mucha elegancia y sencillez, se peinaba con brillantina (producto casi desconocido en Alemania en aquella época), usaba gafas, lucÃa un recortado bigote, e incluso usaba polvos faciales. Como la mayorÃa de los sádicos sexuales, Kürten parece llevar una vida normal como cualquier buen esposo. Trabajaba como conductor de camiones, y su mujer jamás sospechó que tras un hombre tan educado y atento como su marido podrÃa esconderse el autor de crÃmenes tan sangrientos.
Entre 1925 y 1930 se suceden en la pequeña localidad alemana una serie de crÃmenes que estremecen y sensibilizan a toda la población, similar a la que padeció Londres en tiempos de otro conocido asesino: Jack el Destripador.
A pesar de que la policÃa alemana contaba con métodos muy por encima de los que disponÃa Scotland Yard en 1888, tardaron varios años en tener alguna pista del misterioso criminal a quién terminaron apodando unos "El Vampiro de Dusseldorf" y otros "El rey del crimen sexual".
Kürten tiene por costumbre el beber la sangre de sus vÃctimas y de matar animales cuando tiene sed. A veces se divierte incendiando las casas abandonadas, esperando ver arder algún vagabundo que durmiese en su interior.
De hecho, a su tercera vÃctima, una niña de nueve años llamada Rose Ohliger, la rocÃa de gasolina y le prende fuego para complacerse viéndola arder en una terrible agonÃa.
La policÃa, viendo por momentos su autoridad y reputación comprometidos, lleva a cabo continuas redadas y abundantes controles rutinarios a la busca y captura del feroz asesino. Incluso algunos grupos de delincuentes y bandas callejeras se unen a la "caza" del vampiro con tanto interés por detener la ola de crÃmenes como las mismas fuerzas de seguridad.
Hasta la fecha, se le inculpaban nada menos que ocho terribles asesinatos y catorce asaltos. Afortunadamente para todos, cometió un grave error en 1930 que le costarÃa su detención. Tras un atentado criminal fallido contra MarÃa Butlier, la mujer logra escapar y proporcionar una detallada descripción de Kürten.
Al mismo tiempo, éste se asusta al leer la prensa y ver su retrato robot en la portada de los periódicos, por lo que confiesa la totalidad de los crÃmenes a su esposa mientras charlaban, quitándole importancia a los hechos como si se tratase de simples travesuras infantiles. La señora en un principio se desmaya de la impresión, pero finalmente, asustada y asqueada pone las declaraciones de su marido en conocimiento de la policÃa. (quien tuvo que poner en libertad a algún detenido que coincidÃa con la descripción del verdadero asesino). Durante el juicio, se dedicó a escribir cartas a los padres de las vÃctimas en las que se disculpaba de una manera muy peculiar: alegando que él necesitaba beber la sangre lo mismo que otras personas necesitan beber el alcohol...
(Pese a que no disculpe en absoluto sus crÃmenes, lo cierto es que sà padecÃa de "hematodipsia", una patologÃa que consiste en obsesión compulsiva por consumir sangre, bajo implicaciones sexuales.)
Finalmente tras una hora y media de deliberación, el jurado pronunció su veredicto de culpabilidad para Peter Kürten, quién fue sentenciado a nueve penas de muerte. (¡Según las leyes de la época, era posible condenar a más de una pena de muerte!).
Hasta el último minuto se creyó que iba a recurrir al veredicto para tratar de librarse de ser decapitado, pero el asesino no apeló y guardó la calma hasta el dÃa de la ejecución con calma absoluta. Tan sólo se manifestó para pedir una última voluntad, y era que cuando lo decapitase el verdugo, le dejasen escuchar durante unos minutos cómo su propia sangre goteaba en el suelo...
El 2 de julio de 1931, a las seis de la mañana, en el patio de la prisión de Klügelpüts (Colonia), se cumplÃa su deseo.
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