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Ausentismo y Fracaso de Micalco

 


Fauna Política

Ausentismo y Fracaso de Micalco

Un diputado que brilló por su ausencia y propuestas muertas

La vida en los pasillos del poder apesta a café quemado y promesas incumplidas. Rafael Alejandro Micalco Méndez, diputado federal del PAN en la LXII Legislatura (2012-2015) y nuevamente diputado plurinominal en la legislatura poblana, camina por esos corredores como un hombre que sabe dónde está el bar, pero no cómo abrir la puerta.

Su historial legislativo es un trago amargo: ausentismo crónico y un puñado de iniciativas que se estrellaron contra la pared del rechazo, como botellas vacías en un callejón olvidado.

Empecemos con las ausencias. Micalco se perdió 99 de 525 votaciones, un 18.86% que pesa como cruda de domingo. En los dictámenes, 77 de 415 veces no estuvo presente; en las minutas, 2 de 15. No son números de alguien que se toma en serio el juego. Es como si el Congreso fuera un antro al que entra tarde, pide una cerveza y se va antes de que cierren.

Uno de los diputados que aprobaron la reforma energética de 2013, de la que no le pregunten porque posiblemente únicamente levanto el dedo o se ausentó del pleno, no lo sabemos.

Con una carrera que arranca en 1995, liderando al PAN en Puebla, siendo diputado local, delegado de la STPS, uno pensaría que sabe cómo funciona el sistema. Pero no. Sus ausencias gritan desdén, como si el voto, ese acto sagrado de la democracia, fuera un trámite menor.

Luego están sus iniciativas, cuatro en total, todas muertas en la cuna. Reformar la Ley Federal del Trabajo, la Ley de Asistencia Social, la Constitución, el Código Penal Federal: ambicioso, sí, pero inútil. Cada una fue desechada, como poemas mal escritos que nadie quiere leer. ¿Falta de técnica? ¿Desconocimiento de las leyes? ¿O simplemente no supo venderlas? Un hombre con su currículo –licenciatura en Administración, diplomados en mercadotecnia política, economía social– debería saber cómo armar una propuesta que no termine en el basurero. Mas aún, si aliado a la bancada del PRI, aprobó sin recato lo que ha sido uno más de los despojos a la nación.

Pero no. Sus ideas eran barcos de papel en un océano de burocracia.

Sus proposiciones con punto de acuerdo no mejoran mucho el panorama. Cuatro exhortos al Ejecutivo: dos pasaron, dos no. Los que aprobaron –sobre la reforma fiscal y el manejo de autos chatarra– muestran que a veces atina al blanco. Pero los otros, sobre derechos laborales y el IFE, se hundieron. Es como si disparara con los ojos cerrados, acertando de pura suerte la mitad de las veces.

Y en el pleno, apenas tres intervenciones en tres años. Tres. Habló de trabajadores de la CFE, de seguridad pública, de discriminación laboral. Temas decentes, pero su voz fue un suspiro demasiado breve en un salón que exige gritos.

Micalco no es un novato. Su vida ha sido un desfile de cargos: líder del PAN en Puebla, delegado federal, diputado local. Sabe cómo moverse en el fango de la política. Pero en el Congreso, su brújula falló. Sus editoriales sobre transparencia y fiscalización suenan bonitas, pero no se tradujeron en nada concreto. Es como un tipo que escribe sobre el amor en un cuaderno que nunca abre o que nunca ha amado.

Al final, su paso por la LXII Legislatura es un cuadro gris: un diputado que no estaba cuando se le necesitaba, que tiró propuestas al aire sin que aterrizaran. Un hombre con experiencia, con credenciales, pero sin el hambre de dejar huella. La política, como la vida, no perdona a los que llegan tarde y se van temprano. Y Micalco, con su 18.86% de ausencias y su cero por ciento de iniciativas aprobadas, parece haberlo olvidado.

Hoy es diputado local nuevamente en Puebla, sin mayor lucimiento que aprovechar chismes o trascendidos, para opinar a tontas y locas, pero eso si es su derecho. Esperemos que al final de la legislatura los ciudadanos no le otorguen el huevo de oro, aquel que instauré en el 2004 y otorgué a diputados faltistas. Pero eso será otra historia y otro comentario con referencia a los hechos y estadísticas legislativas. Esperemos que recapacite y aproveche el tiempo.

¿O no lo cree usted?

Transcribió desde el bar Rodolfo Herrera