Juventud: fuerza de lo
diferente
La juventud es verdadera
esperanza cuando rompe con el conformismo y propone algo nuevo
Uno de mis discursos favoritos
—sin duda— es el que pronunció San Juan Pablo II en Bogotá, Colombia, en julio
de 1986, durante el encuentro con los jóvenes. El discurso está disponible en
YouTube (no lo pierdan, de verdad vale cada minuto) y también puede leerse
completo en diversos sitios en mla web. Es la gran ventaja de nuestros tiempos,
podemos escuchar o leer este tipo de mensajes en la palma de la mano; sería un
desperdicio no aprovecharlos.
Independientemente de la religión
que cada uno profese, lo que ahí encontramos es una fuerza discursiva
impresionante. Pero sobre todo, un mensaje atemporal. Fue dirigido a los
jóvenes de 1986, pero puede destinarse perfectamente a los del 2010, del 2025 o
de cualquier generación.
Juan Pablo II decía que la
juventud debe ser la “fuerza de lo diferente”, y llamaba a los jóvenes a
ser sal en medio de tantos sinsabores. Hablaba de una Latinoamérica marcada por
la violencia, por la falta de oportunidades laborales o por la ausencia de
garantías para expresar las propias ideas. ¿En cuántos países de nuestra región
siguen viviendo así los jóvenes? He ahí la vigencia del mensaje.
Lamentablemente, buena parte de
los discursos dirigidos a la juventud se quedan en lugares comunes como “no
son el futuro, sino el presente” o “los jóvenes son la esperanza del
país”.
Lo cierto es que esas frases
están tan gastadas como muchas de las políticas públicas que se han aplicado en
su nombre. Si hubieran funcionado, el tejido social estaría fortalecido… y no
deshilado como hoy. Si se hubiera apostado realmente por la juventud, no
estarían muchos de ellos seducidos por el crimen organizado o envueltos en
dinámicas de desesperanza.
Y aquí vale otra distinción que
hemos hecho antes: No se trata de ser optimistas (esperar lo mejor sin
razones). Se trata de tener esperanza (esperar lo mejor a partir de razones
verdaderas, de decisiones bien orientadas).
Los jóvenes de cada generación
—también los de este 2025— están llamados a despertar. A no dejarse seducir por
“actitudes de conformismo, indiferencia pasiva o escepticismo”, como lo expresó
Juan Pablo II hace casi cuatro décadas… y como podría decirlo hoy mismo.
Apunte al aire
Los Institutos de la Juventud
(federales, estatales o municipales) comenzaron a surgir a partir del año 2000.
En muchos casos, han sido piezas ornamentales: sirven para “decir” que se
piensa en los jóvenes, pero no para transformar su realidad.
En San Martín, me da gusto decir
que no ocurre así. Las políticas públicas dirigidas a la juventud se están
tomando en serio. Ahí está, por ejemplo, el Premio Municipal de la Juventud,
que después de muchos años fue retomado —y bien retomado— con participación,
convocatoria y reconocimiento a quienes no solo critican, sino proponen.
Felicidades, amigo Rafa