Ejecutado a plena luz del día: el silencio tras los disparos en San Lucas Atoyatenco
San Martín Texmelucan, Pue. — Los disparos se escucharon temprano. Un hombre cayó, boca abajo, sobre la banqueta de la colonia Fonapo, en la comunidad de San Lucas Atoyatenco. Así, sin aviso, sin defensa, y como ya es costumbre en esta región del estado, sin que nadie lograra detener a los responsables.
De acuerdo con el parte oficial, la víctima fue asesinada a balazos desde una motocicleta en movimiento. La escena es conocida: sujetos armados, ataque directo, escape veloz, ninguna detención. Lo demás lo hace la rutina burocrática: el acordonamiento, los paramédicos que sólo llegan a confirmar el deceso, los agentes que redactan el informe con el mismo formato de siempre.
San Lucas Atoyatenco, al igual que muchas comunidades de Texmelucan, se ha vuelto terreno fértil para la ejecución impune. Una zona donde lo excepcional —un asesinato en vía pública— se ha vuelto ordinario. Y en donde los vecinos ya no gritan, sólo observan y se encierran.
Hasta el momento, no hay una versión oficial sobre la identidad del fallecido ni sobre el móvil del crimen. Las autoridades hablan de “ataque directo”, como si esa etiqueta, repetida hasta el cansancio, alcanzara para explicar la descomposición que se vive en los márgenes urbanos de Puebla.
La motocicleta, nuevamente, fue el vehículo del crimen. Rápida, discreta, eficaz. Es la constante en los últimos ataques registrados en Texmelucan, donde las ejecuciones han dejado de ser hechos aislados y se han convertido en indicadores de algo más profundo: la ausencia del Estado en la prevención del delito, la complicidad tácita de estructuras locales y el abandono de una comunidad que sobrevive entre la violencia y la costumbre.
Porque mientras los discursos oficiales prometen paz, el cuerpo de un hombre quedó tirado sobre la banqueta. Y los asesinos, como siempre, escaparon sin mayor contratiempo.