Desbordamiento del río Pantepec evidencia abandono histórico; SEDIF entrega apoyos mientras comunidades siguen incomunicadas
FRANCISCO Z. MENA, PUE.— Tras el desbordamiento del río Pantepec, comunidades enteras en este rincón del norte poblano siguen aisladas, sin acceso seguro, con daños materiales y con la creciente amenaza de escasez alimentaria. La respuesta institucional llegó tarde y con limitaciones: el Sistema Estatal DIF (SEDIF), en coordinación con Protección Civil y el Ejército Mexicano, logró distribuir despensas y cobertores, pero aún hay zonas donde la ayuda no ha podido ingresar ni por tierra ni por agua.
Los reportes de urgencia alimentaria desde La Ceiba y La Máquina activaron un operativo improvisado: 520 despensas y 260 cobertores fueron canalizados vía terrestre, no desde Puebla, sino a través de un paso secundario por Ixhuatlán de Madero, Veracruz, debido a la imposibilidad de usar rutas locales colapsadas por la creciente.
Las comunidades de Los Planes y Las Balsas —más accesibles— recibieron 272 y 300 despensas, respectivamente. Pero en las zonas más vulnerables, el panorama es más desolador. El río Pantepec alcanzó una profundidad de hasta 12 metros, con corrientes violentas y escombros naturales —rocas, troncos, árboles enteros— que impiden el cruce con embarcaciones.
Aunque Protección Civil estatal cuenta con lanchas motorizadas, se descartó su uso ante el alto riesgo para el personal. El acceso aéreo también se mantiene en pausa, esperando mejores condiciones climáticas.
La emergencia volvió a poner en evidencia el abandono histórico de comunidades como La Ceiba, donde ni los caminos ni los puentes resisten una temporada de lluvias, mucho menos una creciente como la registrada este junio. Las familias, muchas dedicadas a la agricultura de subsistencia, enfrentan ahora el dilema de esperar ayuda o buscarla por sus propios medios, a costa de su seguridad.
Mientras el gobierno estatal, encabezado por Alejandro Armenta, asegura que estas acciones son reflejo de su política de "bioética social", la realidad en tierra firme revela algo más crudo: una estructura de protección civil que sigue operando con parches logísticos, sin inversión preventiva ni infraestructura funcional en las zonas de mayor riesgo.
El SEDIF, bajo la conducción de Ceci Arellano y su director general Juan Carlos Valdez Zayas, lideró la entrega de insumos, pero el problema va más allá de repartir despensas. Lo que está en juego es la capacidad del Estado para responder —con eficiencia y no con discursos— a las consecuencias de una crisis climática que ya no es futura, sino presente.
La temporada de huracanes apenas comienza.