28 de Octubre toma la Vía Atlixcáyotl: caos vial, pero también gritos de hartazgo
Por José Herrera
26 de junio de 2025
La mañana de este jueves no será una más en Puebla. Las vialidades colapsarán, sí, pero también lo hará —aunque por unas horas— la narrativa oficial de una ciudad ordenada. La Unión Popular de Vendedores Ambulantes (UPVA) 28 de Octubre ha convocado una movilización que comenzará desde las 9:00 horas, en la caseta de cobro de la Vía Atlixcáyotl, para avanzar rumbo al Centro Integral de Servicios (CIS), donde instalarán un plantón.
Las autoridades ya anticipan el caos vial: desde la zona de Lomas de Angelópolis hasta el Centro Histórico, los conductores tendrán que buscar rutas alternas. Pero mientras el gobierno prepara operativos para “mitigar afectaciones”, la organización prepara carteles, mantas y consignas para exigir lo que —según afirman— les ha sido negado por años: diálogo, respeto a sus espacios y cese a la persecución política.
Fundada en 1973, la UPVA 28 de Octubre no es nueva en las calles ni en las luchas. Ha sido protagonista de protestas históricas en defensa del comercio popular, de la tierra y de los derechos de los más marginados. Sus marchas incomodan no por el tráfico que generan, sino por el espejo que colocan frente a una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado cuando se trata de desigualdad y criminalización de la pobreza.
Aunque los medios tradicionales tienden a presentar estas movilizaciones como un problema de movilidad, poco se dice sobre los motivos de fondo. Integrantes de la organización han denunciado en diversas ocasiones el hostigamiento por parte de autoridades municipales y estatales, así como la falta de cumplimiento de acuerdos para regularizar espacios de trabajo y frenar desalojos arbitrarios.
La marcha, según fuentes internas, también es una respuesta a la creciente presión de inmobiliarias y sectores empresariales que buscan “limpiar” el centro de Puebla y zonas de alta plusvalía como Lomas de Angelópolis de cualquier rastro de comercio informal. Para los dirigentes de la UPVA, esto no es más que una limpieza social encubierta bajo la bandera del “orden urbano”.
Mientras los automovilistas reclaman por el tráfico, otros marchan por su derecho a existir en el espacio público. Y aunque el CIS refuerce su vigilancia, lo que no podrá evitar es que, por unas horas, la ciudad escuche los gritos de quienes —normalmente— sólo ve pasar desde el parabrisas.