La noche rota en Alseseca
La madrugada del lunes 26 de mayo fue quebrada por una serie de detonaciones en la colonia Alseseca, una zona popular del oriente de Puebla capital. Eran poco después de la medianoche cuando vecinos del cruce entre la 30 Sur y la 41 Oriente alertaron al 911: se habían escuchado más de diez disparos. La alarma no era infundada.
Al llegar las primeras patrullas de la Policía Municipal, el panorama era desolador. Un vehículo Nissan Versa azul permanecía con las luces encendidas, detenido a mitad de la calle. En su interior, una mujer joven, de aproximadamente 30 años de edad, yacía inmóvil. Su cuerpo presentaba múltiples impactos de bala. Técnicos en urgencias médicas del Sistema de Urgencias Médicas Avanzadas (SUMA) confirmaron poco después que ya no contaba con signos vitales.
Quien disparó lo hizo con precisión y determinación: al menos 12 balazos le arrebataron la vida sin darle posibilidad de defensa. De acuerdo con testimonios recabados por elementos de seguridad, el responsable fue un sujeto que vestía chamarra oscura, pantalón de mezclilla y un casco negro. Huyó corriendo, dejando tras de sí el silencio helado de la violencia.
La escena del crimen
La ejecución ocurrió en una zona urbana con alta densidad poblacional. Alseseca es un punto donde confluyen viviendas populares, comercios pequeños y tránsito constante. Sin embargo, durante la madrugada, sus calles suelen permanecer desiertas. Esa aparente calma nocturna fue el escenario escogido por el asesino para perpetrar el ataque.
La escena del crimen fue acordonada y procesada por agentes de la Fiscalía General del Estado (FGE), que inició una carpeta de investigación por homicidio doloso con arma de fuego. El vehículo fue trasladado para su análisis pericial, mientras agentes ministeriales recolectaban casquillos percutidos, testimonios y grabaciones de cámaras cercanas.
Al cierre de esta edición, la identidad de la víctima no ha sido revelada de manera oficial. No se ha informado si tenía antecedentes o si existían amenazas previas. Las autoridades mantienen la hipótesis de un ataque directo, aunque no han descartado otras líneas de investigación.
Puebla: la ciudad sitiada por la violencia silenciosa
El caso no es aislado. En lo que va de 2025, la capital poblana ha registrado un número creciente de ejecuciones en vía pública. Si bien muchas de ellas están vinculadas a disputas criminales, otras permanecen envueltas en el misterio y la impunidad. Lo cierto es que los asesinatos de mujeres, con saña, en entornos urbanos, han dejado de ser excepcionales.
En los últimos meses, los homicidios de mujeres en Puebla no siempre se catalogan como feminicidios, lo cual genera preocupación entre organizaciones defensoras de derechos humanos. En este caso, las autoridades han evitado pronunciarse si el crimen será investigado con perspectiva de género, aunque los colectivos insisten en la urgencia de hacerlo.
La impunidad y la falta de investigaciones diligentes generan un terreno fértil para la repetición de estos crímenes. La saña —12 balazos— no solo habla de la intención de matar, sino de un mensaje, un castigo, una ejecución deliberada. Sin embargo, como en tantos otros casos, la ausencia de contexto oficial impide conocer si había una historia detrás del crimen o si se trató de una víctima colateral de la violencia generalizada.
Testigos del miedo
Los vecinos de la zona, acostumbrados a los ruidos de la calle, no olvidarán el eco de esa madrugada. Los disparos, secos y repetidos, obligaron a varios a tirarse al piso, a otros a asomarse con miedo desde la rendija de las cortinas. “Escuchamos muchos balazos, más de diez, y después vimos a un tipo correr. Tenía casco y una chamarra negra. Fue muy rápido”, relató un testigo anónimo a los medios locales.
El miedo a hablar se extiende como una sombra en estas colonias. La lógica de la violencia impone un silencio colectivo que complica la labor de investigación. Nadie quiere ser el siguiente. Nadie quiere ser visto colaborando con la policía.
En Puebla, las agresiones con arma de fuego en vía pública se han vuelto parte del paisaje urbano. La normalización del miedo es la antesala de una descomposición más profunda. Y cuando los asesinatos se ejecutan con esta precisión y frialdad, la ciudadanía solo puede preguntarse cuánto tiempo más se podrá vivir entre líneas de fuego.
¿Quién era ella?
Más allá del hecho violento, aún no se conoce públicamente quién era la mujer asesinada. Las autoridades no han revelado su identidad, lo que abre un abanico de especulaciones. ¿Tenía alguna relación con grupos delictivos? ¿Había sido amenazada previamente? ¿Era madre, estudiante, trabajadora?
En un país donde las víctimas a menudo se convierten en cifras frías, recuperar su historia personal es también un acto de justicia. Nombrarla, conocer su vida, es un paso necesario para entender la gravedad de lo que ocurre. La impunidad comienza por la deshumanización. En Alseseca, la ejecución de una mujer no puede ser solo una nota roja más.
El Estado ausente
Hasta el momento, ni la Secretaría de Seguridad Pública ni la Fiscalía General del Estado han emitido posicionamiento oficial sobre el caso. No hay detenidos, no hay retrato hablado, no hay claridad sobre el móvil. El protocolo sigue en marcha, pero la ciudadanía observa una vez más cómo el Estado se presenta tarde y, a veces, nunca.
La violencia se multiplica cuando la justicia se ausenta. Cuando las investigaciones no prosperan, el mensaje es devastador: en Puebla se puede matar y desaparecer sin consecuencia inmediata. Y mientras eso siga ocurriendo, las luces encendidas de un auto detenido en la calle podrían volver a anunciar la muerte de otra mujer.