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Denuncian abuso sexual en templo cristiano

 En la tranquila junta auxiliar de San Lorenzo Teotipilco, en el municipio de Tehuacán, Puebla, la paz de una comunidad se vio sacudida por un escándalo que emergió desde el corazón de un espacio que, para muchos, representaba refugio y guía espiritual: la iglesia cristiana “Alcanzando el Éxito”. 

Lo que comenzó como una búsqueda de consuelo para una madre de familia en medio de dificultades personales se transformó en un relato de dolor y traición, cuando descubrió que su hija de 16 años, ahora con cuatro meses de embarazo, fue víctima de abuso sexual por parte del hombre encargado del grupo juvenil de la congregación. La denuncia, cargada de indignación y valentía, no solo expuso un caso individual, sino que levantó sospechas de un problema más amplio, poniendo en tela de juicio la confianza depositada en una institución religiosa.


La madre, cuya identidad permanece resguardada para proteger a la víctima, relató una historia que comenzó con esperanza. En un momento de vulnerabilidad, acudió a la iglesia ubicada en la calle 10 de Mayo, buscando apoyo espiritual para sobrellevar sus dificultades. La congregación, conocida por su labor con familias y jóvenes durante más de 15 años, parecía un lugar seguro, un faro de fe en una comunidad donde la religión juega un papel central. Su hija, una adolescente de 16 años, se integró al grupo juvenil “Impacto Juvenil 2.0”, liderado por un hombre de 33 años, cuya posición de autoridad le otorgaba un acceso privilegiado a las jóvenes de la iglesia. Lo que parecía una oportunidad para el crecimiento espiritual de la menor se convirtió en un escenario de manipulación y abuso.Según el testimonio de la madre, el acusado, cuyo nombre no ha sido revelado para no interferir con las investigaciones, utilizó su rol como líder juvenil para ganarse la confianza de la adolescente. Bajo el pretexto de “servir a la congregación” y con promesas que incluían un futuro matrimonio, convenció a la joven de sostener relaciones sexuales, asegurándole que tales actos “no eran pecado” y que eran parte de un propósito divino. Estas palabras, pronunciadas desde una posición de autoridad espiritual, manipularon la inmadurez emocional de la menor, quien, confundida y temerosa, guardó silencio durante meses. La madre notó cambios en el comportamiento de su hija —retraimiento, ansiedad, alteraciones físicas— y, con la ayuda de una familiar, logró que la adolescente confesara la verdad: el líder juvenil había abusado de ella en repetidas ocasiones, dejándola embarazada.El descubrimiento del embarazo, confirmado por un médico tras cuatro meses de gestación, fue el detonante que llevó a la madre a actuar. La denuncia penal presentada ante la Fiscalía General del Estado de Puebla marcó el inicio de una investigación formal, con una carpeta abierta para esclarecer los hechos. La madre, en un acto de valentía que rompió el silencio que suele envolver estos casos, decidió hacer público el incidente, no solo para buscar justicia para su hija, sino también para alertar a otras familias. En su declaración, expresó un temor que resuena como un eco en la comunidad: “No creo que sea la única”. Según afirmó, otras madres con las que ha hablado han reportado experiencias similares con sus hijos en la misma iglesia, sugiriendo que el caso de su hija podría ser solo la punta de un iceberg de abusos encubiertos.La iglesia “Alcanzando el Éxito”, ante la gravedad de las acusaciones, emitió un comunicado que buscaba deslindarse de cualquier responsabilidad inmediata. En él, la congregación aseguró desconocer los hechos denunciados, pero se comprometió a colaborar plenamente con las autoridades en la investigación. “No encubriremos a nadie”, declararon, citando incluso un pasaje bíblico —Mateo 16:18— para reafirmar su confianza en que “los poderes del infierno no prevalecerán contra la iglesia”. Sin embargo, este pronunciamiento, aunque formal, no ha logrado apaciguar las dudas de la comunidad, que ahora observa con recelo un lugar que, durante años, fue visto como un pilar de apoyo moral y espiritual.El caso ha desatado una oleada de indignación en San Lorenzo Teotipilco, una localidad donde la confianza en las instituciones religiosas es profunda, pero no inquebrantable. La madre de la víctima, con su denuncia pública, no solo busca justicia, sino también prevenir que otras jóvenes sufran el mismo destino. Su llamado a los padres de familia resuena como un grito de advertencia: vigilen de cerca a sus hijos, incluso en los espacios que parecen más seguros. La adolescencia, con su mezcla de vulnerabilidad y búsqueda de identidad, puede convertirse en un terreno fértil para la manipulación, especialmente cuando proviene de figuras de autoridad que se amparan en la fe para justificar sus actos.La crónica de este caso no se detiene en el dolor de una madre y su hija, sino que se extiende a las preguntas que ahora flotan en el aire de Tehuacán. ¿Cómo pudo un líder religioso abusar de su posición sin que nadie lo notara? ¿Qué mecanismos de supervisión existían dentro de la iglesia para proteger a los jóvenes? ¿Y cuántas otras víctimas podrían estar en silencio, temerosas de hablar? La investigación de la Fiscalía está en curso, y la comunidad espera que las autoridades actúen con rapidez y contundencia para castigar al responsable y garantizar que casos como este no se repitan.En San Lorenzo Teotipilco, el eco de esta denuncia resuena como un recordatorio de que la fe, aunque poderosa, no debe ser ciega. La iglesia, que durante años fue un refugio para muchos, ahora enfrenta el desafío de reconstruir la confianza perdida, mientras una madre y su hija buscan sanar las heridas de un abuso que no solo afectó sus cuerpos, sino también su espíritu. La justicia, tanto divina como humana, es ahora el faro que guía su camino hacia la verdad.