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Coronango: municipio sitiado, alcalde ausente

Coronango: municipio sitiado, alcalde ausente

Por José Herrera

Coronango, Puebla. Entre explosivos, cadáveres y ráfagas de metralla, el municipio que gobierna Armando Filemón Aguirre Amaro se desangra en silencio. En menos de dos semanas, este enclave semiurbano ha sido escenario de un coche bomba, balaceras, granadas activadas, cuerpos descuartizados y amenazas directas del crimen organizado. No es una novela de guerra: es la realidad diaria de un pueblo en manos del miedo.

Mientras la Operativa Barredora, brazo armado del Cártel Jalisco Nueva Generación, extiende su dominio territorial, el presidente municipal guarda un mutismo criminal. No hay conferencia, no hay estrategia, no hay liderazgo. Apenas una administración municipal rebasada por los hechos, y una población abandonada a su suerte.

Coche bomba y cadáveres desmembrados

El 30 de junio marcó un antes y un después. Un Honda rojo con reporte de robo, abandonado en San Martín Zoquiapan, contenía tres bolsas con restos humanos. Durante la inspección, dos artefactos explosivos detonaron, hiriendo a una oficial. Días después, otras seis granadas sin activar fueron localizadas en el mismo perímetro.

Lo más grave no fue el hallazgo, sino lo que vino después: un mensaje del crimen organizado adjudicándose el atentado y señalando directamente a mandos municipales por presunta complicidad. En otras palabras: el narco no sólo domina el territorio, sino que lo gobierna en las sombras.

Las balas en la madrugada y el silencio institucional

El 2 de julio, dos balaceras consecutivas estremecieron Coronango. Primero en San Francisco Ocotlán, donde los vecinos despertaron entre ráfagas y casquillos percutidos. Luego, por la tarde, en el fraccionamiento Misiones, a plena luz del día y a metros de una tienda de conveniencia.

Ningún detenido. Ningún herido reportado oficialmente. Ninguna explicación clara.

Ni siquiera un posicionamiento del edil. Como si el plomo no se escuchara desde el palacio municipal. Como si la sangre derramada en los cultivos de San Lucas Nextetelco, donde tres hombres fueron ejecutados el 24 de junio, no tuviera peso institucional. Inicialmente, el ayuntamiento intentó disfrazar el crimen como un accidente vehicular, pero la Fiscalía desmontó la farsa: triple homicidio.

Gobierno en crisis, territorio en disputa

Armando Aguirre, postulado por Morena, parece haber optado por la estrategia del avestruz: cabeza bajo tierra, indiferencia de frente y un discurso gastado sobre “coordinación con fuerzas estatales”. Pero en los hechos, Coronango está sin control local, sin acciones preventivas, sin operativos propios, sin rendición de cuentas.

A cambio, lo que sí hay es una población harta y aterrada, que exige más patrullajes, más presencia de la Guardia Nacional y menos discursos vacíos. Los vecinos ya no preguntan si hay violencia. Preguntan cuándo será la próxima balacera, quién será el siguiente desaparecido o cuántas granadas quedan por detonar.

Una bomba de tiempo al borde de Puebla capital

Lo más alarmante es la ubicación. Coronango no está en la sierra ni en tierra caliente. Está a 15 minutos de la zona metropolitana de Puebla, pegado a zonas como Cuautlancingo y San Pedro Cholula. Si el Estado permite que este municipio se le escape de las manos, la espiral de violencia podría devorar a toda la periferia poblana.

Porque lo que hoy ocurre en San Martín Zoquiapan o Misiones de San Francisco podría repetirse mañana en Zerezotla, La Trinidad o Tlaxcalancingo.

Coronango se está convirtiendo en una zona de guerra, y su alcalde parece más preocupado por salvar su imagen que por salvar a su pueblo. La pregunta ya no es si puede con el cargo. La pregunta es cuánto más va a durar la simulación mientras la delincuencia le arrebata cada calle, cada fraccionamiento, cada vida.