Israel Pacheco revienta contra los municipios: los baches son su herencia maldita
Los baches no tienen partido. No preguntan si votaste por el PAN, Morena o por el que reparte tortas. Solo están ahí: cráteres llenos de agua sucia, esperando tragarse una llanta, una pierna o la paciencia de cualquiera.
Y eso fue lo que reventó este lunes Israel Pacheco, jefe del Programa Estatal de Mantenimiento —una oficina con nombre pomposo y calle sin pavimentar—, al anunciar el Bachetón en Puebla capital. Taparán, dice, 200 mil baches, como quien promete redimir los pecados de todos los presidentes municipales ausentes.
“Los gobiernos municipales parecen no hacer nada”, lanzó Pacheco. Se le notó molesto, cansado, con ese tono de quien ya no finge diplomacia. “El problema es multifactorial”, explicó, como si la gente que cae en un bache a las 7 a.m. camino al trabajo tuviera tiempo para factores múltiples.
Aclaró, eso sí, que los municipios son los únicos responsables del bacheo, pero que su oficina pondrá 50 millones de pesos sobre el pavimento —literalmente— para tapar la indiferencia.
Y es que los baches no son solo huecos en el asfalto. Son la metáfora perfecta del sistema: una grieta que nadie tapa, que todos esquivan, que nadie quiere asumir como suya. Son como las promesas de campaña: se hunden cuando llueve.
El programa estatal se aplicará en cuatro polígonos: bulevar 5 de Mayo, Hermanos Serdán, Diagonal Defensores y la 16 de Septiembre. Porque claro, hay baches de primera y de segunda, como hay ciudadanos de centro y periferia.
Y mientras tanto, el gobernador Alejandro Armenta, en su eterno tono de “padre comprensivo”, dijo que su administración es sensible a las quejas ciudadanas. Como si la sensibilidad fuera cemento.
Lo secundaron la diputada Laura García Chávez y el encargado de la Auditoría, Francisco Teomitzi, quienes pidieron que los alcaldes hagan su trabajo antes de levantar pirámides de concreto que no sirven ni para selfies.
En resumen: los baches siguen ahí. Las excusas también. Y mientras los gobiernos se echan la pelota como si fuera una papa caliente, la ciudad se va rompiendo a pedazos, uno por uno, como los huesos de una rodilla caída en la avenida.