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Con baches, lodo y basura: así se pudre Coronango bajo Armando Aguirre

Con baches, lodo y basura: así se pudre Coronango bajo Armando Aguirre

Por José Herrera

3 de junio de 2025

Siete meses han bastado para que los vecinos de Coronango califiquen la gestión de Armando Filemón Aguirre Amaro como la peor administración que han padecido. Y eso que el listón ya estaba por los suelos. Lodo, basura, baches, calles intransitables: el menú diario en esta tierra olvidada.

En San Francisco Ocotlán, las calles Zaragoza y Ónix son un pantano con nombre. Las lluvias caen y no se van. Se quedan como se quedan los malos gobiernos: estancadas, apestosas, peligrosas. Ahí camina la gente a sus trabajos, esquivando charcos como quien esquiva promesas incumplidas.

El pavimento es un recuerdo. Las banquetas, una aspiración. La basura, una certeza. Las montoneras de bolsas abiertas, ratas gordas y olores podridos son la postal de bienvenida en muchas colonias.

Y sin embargo, el Ayuntamiento de Coronango tiene 328 millones de pesos para gastar este 2025. El presupuesto existe. Lo que no aparece son las obras. Solo 19.6 millones están etiquetados para inversión en bienes y obra pública. Pero lo concreto —el bache tapado, la calle digna, la banqueta firme— no llega nunca.

El gobierno habla de licitaciones, de adjudicaciones directas, de procedimientos. El pueblo solo pide una calle sin cráteres. Pero no hay banquetas. No hay drenaje. No hay limpieza. Lo que hay son discursos con frases recicladas y funcionarios que no pisan el lodo que otros caminan todos los días.

Pienso que esta administración es la peor que tenemos. Solo nos dan atole con el dedo. Ni una obra que valga la pena. Ya van a cumplir un año”, dice don Héctor Arce, un vecino que ya perdió la cuenta de los trienios que prometieron lo mismo.

Las familias siguen cruzando los charcos como pueden. Las lluvias siguen cayendo. La basura sigue creciendo. Y el alcalde sigue hablando.

Coronango no necesita más palabras. Necesita asfalto. Necesita calles. Necesita dignidad.
Y necesita que alguien recuerde que los votos no se recogen en camionetas blindadas, sino entre los charcos donde la gente ya no quiere seguir caminando.