Coronango, Pue.— El llamado “Plan C” impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum recibió en Puebla un golpe de realidad: la participación ciudadana en la elección del Poder Judicial Federal fue, en muchos municipios, desastrosamente baja. En Coronango, el resultado fue particularmente vergonzoso: apenas el 7.34% del electorado acudió a las urnas. Una derrota silenciosa que expone no solo la apatía, sino la incapacidad política del presidente municipal Armando Aguirre, quien ahora carga con la etiqueta del peor alcalde de la 4T en la región.
De acuerdo con cifras oficiales del Instituto Nacional Electoral (INE), de una lista nominal de 49 mil 561 votantes, únicamente 3 mil 639 personas participaron en la jornada electoral del pasado 1 de junio. A nivel estatal, la participación alcanzó el 13.03%, con 656 mil 773 sufragios emitidos. La cifra de Coronango se encuentra muy por debajo del promedio, lo que no sólo revela el fracaso local en la movilización, sino también el desgaste estructural del obradorismo territorial en Puebla.
Aguirre, quien desde el inicio de su gestión ha estado envuelto en señalamientos por opacidad, desinterés comunitario y una gestión anodina, ahora es visto como un lastre para los planes de reconfiguración política del gobernador Alejandro Armenta y el oficialismo federal. Coronango, enclavado en la zona metropolitana, se perfilaba como una zona estratégica para medir el músculo electoral del obradorismo. No lo fue.
La elección —en la que se votó por ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), y jueces del Sexto Circuito en Puebla— fue planteada por el régimen como una consulta popular disfrazada, una especie de termómetro político rumbo a las reformas estructurales de Sheinbaum. En lugar de respaldo masivo, hubo silencio. Frialdad. Ausencia.
Aguirre no es el único edil morenista que falló. La lista de presidentes municipales que no lograron movilizar a sus electores incluye a Karla Martínez (Teziutlán), Guadalupe Bárcenas (Acatlán), Faustino Soriano (Ajalpan), Alfredo Velázquez (Tepeaca), Eliseo Morales (Izúcar de Matamoros) y Mateo Hernández (Tecamachalco). Todos, integrantes de una estructura que presume ser mayoría, pero que en los hechos demuestra desinterés o incapacidad para traducir poder en participación.
Mientras Sheinbaum busca blindar su proyecto de transformación con una nueva arquitectura judicial, las bases morenistas muestran signos de fatiga, desorganización o simplemente indiferencia. En ese contexto, Coronango es más que una cifra: es el síntoma de un modelo político que, en algunos municipios, se quedó sin pueblo.
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