“Las manos del delirio” (parte IX): La militante sin puños
El caso de Lucía Márquez, 24 años, amputación simbólica en Rosario, Argentina (2023)
Por J.Herrera | Rosario – México, 2025
“No me mutilé. Me liberé de las cadenas con las que firmábamos las leyes de los hombres.”
—Fragmento de la carta de Lucía Márquez, hallada en el andén 9 de la estación Rosario Norte
I. Una mujer entre consignas y cicatrices
Lucía Márquez no era una desconocida. En los círculos universitarios de Rosario, su nombre aparecía en murales y panfletos desde los 18 años.
Líder del grupo radical feminista Yeguas de la Tercera Ola, Lucía era estudiante de filosofía, escritora de manifiestos incendiarios y sobreviviente de abuso intrafamiliar.
A los 24 años, tras una asamblea intercolectiva, se amputó ambas manos en los baños del Centro Cultural Parque España, usando una hoja de guillotina de papel robada días antes.
II. Una carta con tinta y sangre
La policía encontró su cuerpo consciente, arrodillado en un charco de sangre, con vendas improvisadas hechas de pañuelos verdes.
Junto a ella, una hoja manchada decía:
“Estas manos escribieron discursos para causas que no eran las mías. Estas manos firmaron pactos con opresores vestidos de aliados. Hoy me las arranco. No soy víctima. Soy símbolo.”
Tenía los ojos abiertos. Sonreía. Dijo a los paramédicos:
“Ahora puedo hablar sin tocar nada.”
III. De la utopía al delirio místico
En la evaluación psiquiátrica posterior, se concluyó que Lucía padecía trastorno esquizoafectivo con componente mesiánico y disociativo.
Pero sus compañeras del colectivo Yeguas rechazaron el diagnóstico:
“La psiquiatría es patriarcal. Lucía es mártir, no enferma.”
En su diario, encontraron frases como:
“La revolución no entrará con las manos sucias.
La carne que pactó, que tocó, que consintió por miedo… debe ser arrancada.”
IV. El juicio de la historia
La historia de Lucía dividió al país.
Algunos la llamaron víctima del abandono institucional de la salud mental.
Otros, heroína de una nueva espiritualidad feminista que busca purificación corporal.
Los médicos lograron estabilizarla. Perdió ambos antebrazos. Rechazó las prótesis.
Se comunica ahora con una pizarra sostenida entre los pies.
Publicó un manifiesto titulado “Ni manos, ni amo” desde una residencia terapéutica.
Dice que no se arrepiente.
Y que su siguiente paso será extirparse la lengua.
Porque “el lenguaje también es un órgano masculino”.