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El rostro femenino del crimen

El rostro femenino del crimen: El ascenso de mujeres como jefas del narco en Puebla

La detención de Dulce N., alias “La Reina del Oriente”, no sólo representa un golpe a las estructuras delictivas del nororiente de Puebla; también expone un fenómeno creciente y poco analizado: el papel protagónico de las mujeres en el crimen organizado, no como acompañantes, sino como líderes absolutas.

Aunque tradicionalmente el crimen ha sido visto como un territorio masculino, los últimos años han revelado el surgimiento de figuras femeninas con capacidad de mando, logística, reclutamiento, lavado de dinero y uso estratégico de la violencia. En Puebla, Dulce N. construyó una red delictiva autónoma, sustentada en el narcomenudeo, el secuestro y la ejecución selectiva, replicando patrones observados en cárteles más grandes.

Este fenómeno tiene antecedentes notorios a nivel nacional, como el caso de:

  • Claudia Ochoa Félix, apodada “La Emperatriz de Los Ántrax” (erróneamente identificada como “La Catrina”), quien se movía entre lujos y violencia en Sinaloa, y cuya imagen viralizada como femme fatale escondía una estructura de operación criminal.

  • Melissa Margarita Calderón Ojeda, conocida como “La China”, líder del grupo delictivo “Los Dámaso” en Baja California Sur, quien ordenó más de 150 ejecuciones en una cruenta guerra interna por el control del narcomenudeo.

Al igual que ellas, Dulce N. dominó la escena delictiva en Puebla no desde el anonimato, sino desde una presencia activa y visible, con vínculos con “El Grillo”, “El Jabalí” y operadores internos del penal de San Miguel. Su red no se limitó a lo violento: utilizaba tortillerías, cantinas y rosticerías como centros de lavado y distribución, mientras sus subordinados, en motocicletas y vehículos registrados a su nombre, repartían droga y ejecutaban órdenes.

Del estigma al poder: el nuevo rol de la mujer criminal

A diferencia del pasado, donde las mujeres eran usadas como correos humanos, vigías o escudos sentimentales, hoy ascienden por mérito criminal propio. El caso de “La Reina del Oriente” rompe el molde y obliga a replantear las narrativas institucionales y mediáticas que siguen retratando a las mujeres como víctimas o acompañantes del narco, cuando en muchos casos son autoras intelectuales y ejecutoras.

Este fenómeno se explica por varios factores:

  1. El vacío de poder masculino tras la detención o asesinato de líderes.

  2. La subestimación policial y judicial, que les permite moverse con más libertad durante años.

  3. El control comunitario que algunas ejercen al financiar negocios locales y generar lealtad vecinal.

  4. La herencia criminal familiar, como en el caso de Dulce N., hermanastra de un recluso y heredera simbólica del mando territorial.

Además, las mujeres como Dulce suelen evitar los reflectores de los cárteles nacionales, operando en estructuras locales que actúan como franquicias de los grandes grupos. En Puebla, su presencia se ha detectado en zonas como Amozoc, Santa María Xonacatepec, Mercado Morelos y Chachapa, donde los líderes femeninos reclutan, reparten y castigan sin piedad.