Fingen ser repartidores de Mercado Libre y balean a adolescente en su casa en Zacatlán
La violencia volvió a tocar la puerta. Y esta vez, literalmente.
En el barrio de Cuautilulco, Zacatlán, un joven de apenas 16 años fue baleado por delincuentes que fingieron ser repartidores de paquetería de Mercado Libre. El crimen ocurrió a plena luz del día, mientras su familia desayunaba en casa. El ataque, brutal y cobarde, dejó al menor gravemente herido con un impacto de bala en el abdomen, mientras los agresores, dos jóvenes de 16 y 19 años, escapaban tras intentar saquear el domicilio.
La escena no fue distinta a una película de terror doméstico. Tocaron la puerta como cualquier entrega habitual. Ángel, el menor, abrió sin sospechas. En segundos, la simulación se convirtió en intento de homicidio. Los agresores forzaron la entrada; en el forcejeo, uno de ellos sacó un arma y disparó directo al cuerpo del menor. Después huyeron.
Seguridad en el discurso, impunidad en las calles
Mientras el Ayuntamiento presume "operativos coordinados" y "cercanía ciudadana", las colonias populares de Zacatlán padecen una creciente ola de violencia urbana, donde el crimen ya no opera con nocturnidad, sino con total desparpajo en horarios familiares y bajo fachadas tan comunes como una entrega de paquetería.
Los agresores no eran sicarios profesionales ni miembros de algún cártel; eran dos jóvenes —uno incluso menor de edad— que usaron una estrategia propia del narcomenudeo para simular su presencia: vestimenta común, mochila al hombro, y la confianza que da un timbre de casa.
De Zacatlán a Cholula: la ruta del dolor
Ángel fue trasladado inicialmente al hospital general de Zacatlán, pero su estado de salud —crítico— obligó a su inmediata transferencia al Hospital General de Cholula, en donde médicos luchan por salvarle la vida. Su delito: intentar proteger a su familia.
Fuentes oficiales señalan que la Fiscalía General del Estado ya investiga los hechos. No hay detenidos. No hay retratos hablados. No hay certeza de nada, salvo de una constante que se repite en Zacatlán: la criminalidad ha dejado de ser una excepción y se ha convertido en un patrón.
Jóvenes armados, un síntoma del fracaso social
Que los agresores tengan 16 y 19 años de edad no es un dato menor. Habla de una generación abandonada, sin oportunidades, reclutada o tentada por la lógica de la violencia fácil. Y que operen sin miedo en colonias semiurbanas de Zacatlán demuestra que las políticas de prevención han sido letra muerta, discursos reciclados en conferencias de prensa sin resultados visibles.
¿Quién protege a los que viven al margen de los reflectores?
En el barrio de Cuautilulco no hay cámaras de vigilancia, ni patrullas en rondín, ni botones de pánico funcionales. Hay casas humildes, familias trabajadoras y, desde ayer, un silencio incómodo que se cuela entre los vecinos que ya no abren la puerta sin miedo.
Porque en Zacatlán —el mismo pueblo que se vende al turismo como “mágico”— las balas entran antes que la justicia.