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Los González Vieyra: cómo saquear un pueblo y terminar en una celda sin despeinarse

Los González Vieyra: cómo saquear un pueblo y terminar en una celda sin despeinarse

Por Carlos Charis
5 de mayo de 2025

Ahí están.
Uruviel y Giovanni.
Dos hermanos, dos alcaldes, dos ladrones con banda tricolor y una cuenta pendiente con la tierra que fingieron gobernar.
Los dos terminaron como empieza todo en política: con un apretón de manos, una sonrisa falsa y una promesa de "hacer bien las cosas".
Y claro, con el hocico metido en el erario.

Uruviel González Vieyra fue alcalde de Ciudad Serdán dos veces, porque una no fue suficiente.
Primero con el PAN, después con Movimiento Ciudadano. Cambió de partido como quien cambia de camisa: sucia, arrugada, llena de sudor.
Lo dejaron volver al poder en 2021. Y no lo desperdició.
No construyó un futuro. Construyó un agujero de 37 millones de pesos.

¿Qué hizo?
Pagó “ayudas sociales” que nadie recibió.
Compró fertilizante para quién sabe quién.
Pintó iglesias.
Pagó sueldos sin recibos.
Rellenó tanques de gasolina sin coches.
Firmó contratos sin contratos.
Se gastó millones en todo y no hay una sola factura que respalde nada.

Giovanni, su hermano menor, quiso su propio pastel.
Se lanzó en Tlachichuca. Ganó.
Movimiento Ciudadano le dio la bendición y los votos.
Él también quiso ser alcalde. Él también quería jugar a ser patrón.
Y jugó.
Pero jugó con 3.8 millones de pesos que hoy nadie sabe dónde están.

Pagó shows de payasos.
Rentas de escenarios.
Agua embotellada.
Refrescos.
Esferas navideñas.
Y todo sin papel, sin nombre, sin rastro. Como un fantasma administrativo.

Los dos terminaron donde terminan los que se creen invencibles: en el penal de Tepexi, compartiendo celda o al menos pasillo.
De alcaldes a reclusos.
De políticos a sospechosos.
De hermanos de sangre a hermanos en desgracia.

La Auditoría Superior del Estado se tragó el discurso, rascó entre las cifras y encontró lo de siempre: aire.
Aire y una pila de mentiras.
Les levantó 56 observaciones en total: 39 para Ciudad Serdán, 17 para Tlachichuca.
Y recomendaciones, sí, muchas recomendaciones.
Como si unas hojas llenas de advertencias pudieran curar lo que hicieron.

El historial político de ambos huele a nepotismo.
Uno abría la puerta en Serdán, el otro la cerraba en Tlachichuca.
Una dinastía de barro, vestida de naranja fosforescente.
Movimiento Ciudadano los arropó, como tantos partidos que fingen no ver.
Pero los vecinos vieron.
Los niños sin útiles lo vieron.
Los ancianos sin medicina lo supieron.
El pueblo sabe, aunque no hable.

Y ahora están ahí.
En una celda fría, con la misma ropa de siempre.
Pensando en los millones que no les sirvieron para evitar el encierro.
El poder da muchas cosas, menos inteligencia.
Y cuando se acaba la fiesta, lo único que queda es el eco de los aplausos falsos y la cuenta pendiente con la ley.

Brindemos por ellos.
Por los hermanos González Vieyra.
Dos nombres más en la lista interminable de alcaldes que quisieron ser reyes y terminaron como bufones del sistema.